El pensamiento sistémico y la complejidad han ido ganando un pequeño -muy pequeño- terreno en el pensamiento sobre las organizaciones humanas. Cabe o a mí me gustaría pensarlo que una parte de dicho terreno se esté explorando por la creciente desde hace décadas apatía en la que tantas personas se ven dentro sus organizaciones laborales. Quizás, entonces, unos enfoques no lineales, distintos por tanto, podrían abrir posibilidades organizativas en esos entornos en los que pasamos tantas horas. A diario, desde que trabajo, veo cómo personas envilecen y empeoran en sus organizaciones, se hacen peores por sus trabajos, retroceden en sus
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