Voy a intentar defender que el estilo comunicativo de algunas autoridades y no pocos personajes con influencia pública (y otros más anónimos) durante la pandemia, ha sido autoritario, no que ellos y ellas lo fueran necesariamente. El uso continuo de mensajes contradictorios ha tenido y tiene como consecuencia que cualquier forma de proceder ciudadana estaba destinada de antemano al fracaso. El emisor tenía todo el poder de juzgar y sancionar una cosa y la contraria, dejando al receptor sin posibilidad de réplica, siendo siempre culpable. Y si esto es cierto, que seguramente no, una de las preguntas que se pueden hacer es si ello está vinculado con una situación de crisis o formará parte ya de la relación futura entre autoridades y ciudadanía.
Esta idea parte, como se habrá podido identificar, de la teoría del Doble Vínculo postulada por el antropólogo inglés Gregory Bateson. Inicialmente fue formulada para explicar las causas de la esquizofrenia -cuestionada luego y casi descartada en relación a la misma-, posteriormente se incorporó a los análisis sistémicos de las familias.
“Manifiesta que los dobles vínculos son aquellas dudas comunicativas que le pueden surgir a una persona como resultado de la recepción de dos o más mensajes contradictorios entre sí.
Lucía y María son dos amigas que viven juntas en un piso compartido. Lucía le dice a María “nunca me sorprendes, nunca me friegas mis platos”. Si María no le friega los platos Lucía se sentirá ninguneada porque le ha expresado su deseo y María no ha cumplido. Pero, si los friega, Lucía tampoco estará sorprendida porque ha sido ella la que ha tenido que decirle que le friegue los platos.”
https://www.psicoglobal.com/blog/doble-vinculo
En el estilo comunicativo durante la pandemia es posible que haya prevalecido la idea de “tienes que ser responsable y cumplir con estas medidas de cada momento, todo depende de ti”. Si unas medidas rebajaban las restricciones y los datos subían, la explicación era que el ciudadano se había relajado en exceso, no que cumpliera. Si las medidas se endurecían, la bajada de los datos era por las mismas, tampoco esta vez que se respetaran. La idea del doble vínculo no es tanto que un mensaje directo represente autoritarismo cuanto que lo hace el que es contradictorio, aquel que no deja opciones reales a quien lo recibe y todo el poder de juzgar cualquier resultado recae en el emisor. Si el grado de cumplimiento era tan importante se habría intentado ser algo riguroso en la medición del mismo lo que no parece haber ocurrido, sí se ha focalizado en grupos y elevado a categoría general determinados comportamientos irresponsables documentados, convirtiéndose en una forma adicional de control.
Buscando información sobre el estilo empleado en otros lugares es posible encontrar un ejemplo de Nueva Zelanda y ver, en la noticia, las ideas que personas responsables del diseño de la comunicación manejaron:
“A la gente no le gusta que la hagan sentir culpable y tras un período de tiempo, desconectarán… es algo muy básico en psicología”… “Lo realmente importante eran el tono, el estilo, las formas… Trabajamos mucho en la empatía. Nos esforzamos mucho en no regañar, en ser comprensivos”.
Parece que nosotros hemos empleado más la regañina y, como en muchos otros países, la idea, por ejemplo, de “depende de ti cuántas personas mueren o viven” junto con una gran cantidad de horas acumuladas en las que dicho mensaje se unía a imágenes horribles de las UCI. Observemos la diferencia entre el mensaje en confinamiento en Nueva Zelanda “quédate en casa, salva vidas” y el que usamos nosotros, el Ministerio, “lo paramos si te quedas en casa”.
Por mencionar algún ejemplo en el que esto parece mostrarse. Se subía al estrado aquel o aquella allí por tus votos y te decía, entiendo el hartazgo luego estas son las medidas (para que ahora sí desaparezca la causa de su malestar, modo salvador) y si se portan mal (si no funcionan será por su culpa) las endureceremos sin que nos tiemble el pulso. Frase, esta última, que al parecer se estableció en el franquismo y que aun sin saberlo, ya evoca fuertes sensaciones.
https://elpais.com/ideas/2020-03-20/no-les-tiembla-el-pulso.html
Ya por aquí comentamos cuando esto llegó al paroxismo en unas declaraciones de Simón que dijo que no se pensó endurecer medidas ante la Navidad porque la gente no haría igualmente caso, para poco después pasar a endurecerlas porque la gente se había excedido. Y esta forma de pensar se ha escuchado muchas veces, siempre alguien opina que no se debería haber dado esperanzas tan pronto sobre las vacunas porque la gente se relajaría, no se debería haber dado tal información para evitar tal cosa. Este esquema de pensamiento se ha traducido en mensajes autoritarios por contradictorios y no ha sido infrecuente, se ha retenido o lanzado información en base a la creencia sobre cómo reaccionaría una sociedad al completo, como si esta estuviera a merced de un simple esquema de estímulo respuesta colectivo, pasiva e irresponsable.
No estamos hablando de las contradicciones que han podido suponer la infinitas medidas entre si, de tal forma que alguien, por comparación, discutiera por qué esta aquí y allí no. Hablamos del estilo comunicativo, si bien ya no se puede negar que lo anterior ha tenido efectos similares. El ejemplo quizás más claro es el pretendido debate entre economía y salud. Aparentemente se lanzaba sobre el ciudadano una opción en esa dicotomía, pero en realidad es un mensaje muy autoritario por contradictorio, sin opción real. Si hacemos esto, salud, si hacemos lo otro, economía, luego será tu responsabilidad tanto que se hunda una como la otra, tú decides aunque ya te digo que mal.
Una epidemia de esta naturaleza no es la primera vez que ocurre en la historia de la humanidad, es sí la primera que lo hace con sistemas de información y comunicación como los actuales, claro. Que para afrontarla son necesarias medidas de control social no parece muy discutible, en particular las que se refieren a la movilidad, pues también fueron necesarias en otras ocasiones anteriores. Pero, si el estilo comunicativo que acompaña a dicho control social se parece en algo a la idea del Doble Vínculo, habrá provocado inseguridad, ansiedad, culpa, confusión e indefensión aprendida. Lo que oportunista pero magníficamente han definido como fatiga pandémica puede, entonces, que tenga un componente muy alto de explicación en la forma de comunicación elegida, además de solo poder ir del trabajo a casa, cuando hay trabajo.
La existencia de contradicciones y las dudas sobre si la comunicación podría haber sido mejor durante la pandemia existen en una parte de los expertos y expertas no dedicados a especialidades sanitarias. Mención esta última necesaria por haber asistido a un proceso por el que se ha ido acotando a lo que el término experto se refiere, siendo estos solo aquellos con conocimientos en alguna rama concreta de la sanidad. De tal forma, multitud de discusiones públicas estaban basadas en el argumento de si quien pronunciaba un discurso era experto o partía de la opinión de estos para dar o restar crédito. La estrategia no es que sea nueva, es un mecanismo habitual en las disputas por el control social, decidir quién tiene la capacidad de juzgar. Lo que se puede argumentar es que la epidemia tiene un origen claro, pero su manejo, dado que implica a toda la sociedad, necesita de “expertos” muy variados y, sobre todo, a toda la sociedad. Si consideramos llegar a una cuarta ola un fracaso, es posible pensar que tanto las medidas como la comunicación lo han sido.
Cabe argumentar que situaciones de crisis como esta requieren de mayor autoritarismo, entenderlo como algo positivo y necesario (aunque no funcione). También que si fuera cierto que el estilo comunicativo ha tendido a ser autoritario, es legítimo preguntarse si permanecerá en ausencia de causas de fuerza mayor e incluso si ya venía su uso de antes, y analizar si funciona o no y para quién.