En diciembre de 2018 se publicaron unas imágenes grabadas en un móvil en las que se veía cómo se desalojaba a una mujer con su hijo pequeño de un autobús en la ciudad de Móstoles. Se dieron a conocer porque se consideraron racismo, y una cadena de televisión estatal se hizo también eco.
A diferencia de otras ocasiones similares, en este caso no se escucha a nadie mandar a nadie a su país, ni insultar por el color de la piel, ni otras cuestiones que habitualmente se relacionan rápido con el racismo o la xenofobia. Por ello, e inmediatamente después de la publicación de la noticia, aparecieron comentarios que negaban que lo ocurrido tuviera origen racista, por ejemplo el siguiente en Twitter:
Llamar racismo a esto (Una loca y unos policias con una paciencia infinita) no solo incita al odio de forma absurda y engaña a los lectores (que no es poco) sino deslegitima la lucha contra el racismo. Esta señora se está intentando aprovechar de su condición de minoría y ya.
En esta misma línea y a los pocos días, tanto el Ayuntamiento de Móstoles como algún sindicato y los sindicatos específicos de policía, defendieron la actuación policial e implícitamente negaron que hubiera racismo subyacente. Estos últimos se reservaron, además, la amenaza de denunciar a quienes habían difundido la información bajo la catalogación de lo ocurrido como racista. Amenazaron incluso con denunciar a la persona que había grabado las imágenes.
No cabe duda que el racismo es muy incómodo y que las acusaciones de comportase como tal lo son en consecuencia, nadie quiere ser visto de esa manera pues es una consideración muy negativa. Lo curioso es que, para evitarlo, se puede caer en argumentos cercanos a cruzar la linea, tal como es el caso del comentario recogido arriba que analizamos a continuación.
Si parece un incidente en el que detenerse y analizar, es porque se sitúa en la frontera, en esos límites difusos entre lo que se considera socialmente racismo y lo que no. La sociedad mayoritaria (y eso es asimétrico) es la que construye dichos límites y lo hace de forma dinámica, no es que estén fijos e inamovibles en un punto. Y uno de los problemas de este caso es que, intentando mover esos límites y definir lo que está dentro o fuera, se difumina lo que se ve ocurre en realidad; una mujer con un bebé es expulsada de un autobús, por la noche, nadie más que ella, por la policía, y tras generar una escena que violenta o debería a cualquiera. Incluso si aceptáramos que lo que motiva la situación no tiene origen racista -que no es mi opinión- los esfuerzos por resistirse a tal posibilidad, legitiman una situación que no debería ser considerada normal ni justa. Al alejar la sospecha del racismo lo que en realidad logran es ampliar los límites de la explotación, dominación y control que son la base, precisamente, del edificio del racismo. Hoy hay más posibilidades estructurales para ser racista que entonces.
No cabe duda que existen personas racistas y xenófobas, pero son las menos, aunque pueden ejercer mucha influencia, eso sí. Es posible que ninguna de las implicadas en este evento encajen en ese perfil, en todo caso no cabe saberlo analizando lo ocurrido (ni es la intención, esto no va de personas), el problema está en el marco social en el que actúan y las posibilidades que éste permite, y que escenas así, dadas por buenas, puede ampliar.
Esta frase que antes copiamos, empieza definiendo el racismo por lo que considera no es: no es racismo “una loca y unos policías con una paciencia infinita”. Es decir y antes de nada, la persona que pudiera ser víctima tiene que ser denigrada -está loca-, eliminando así argumentativamente la posibilidad de que por ello se hubiera podido producir racismo. Precisamente es esta una estrategia habitual del racismo, -aunque no solo- como si una persona con una enfermedad mental ya no pudiera ser víctima de nada, menos de racismo, y en todo caso fuera culpa suya y se lo tendría merecido porque está loca.
Dado que está loca y se lo merece, insinuar que es racismo parece ser que “incita al odio de forma absurda y engaña a los lectores” y deslegitima la lucha contra el racismo. Según esto y dado que se asume que es una falsa acusación de racismo, sale perjudicada la lucha contra el mismo e incita al odio. La primera parte recuerda algo a los argumentos por los que una falsa denuncia por violencia de género invalida los esfuerzos por eliminar la violencia de género, en el fondo ello llega a negar su existencia. En el caso que tratamos, queda patente justo a continuación cuando dice que la persona se está “intentando aprovechar de su condición de minoría y ya”. Menos clara es la segunda parte por la que se asevera incitar al odio; cabe suponer que se refiere a que si una persona es acusada de racista equivocadamente acaba odiado más a las potenciales víctimas de racismo, en este caso la policía o el conductor. Y del lado contrario, si a una persona le permites entender la injusticia que cree haber sufrido mediante una explicación racista, acabará odiando en mayor medida a quienes le han ofendido. Si llevamos la argumentación hasta el final, todo acaba en odio.
Es interesante y por concluir con una frase tan condesada, que la condición de minoría no aparece en las imágenes, como mencionamos al principio, es decir, no se ven o escuchan expresiones xenófobas de rechazo al inmigrante, ni racistas sobre el color de la piel. Y aun así, algunas opiniones que no ven racismo se empeñan en argumentar que la persona se quiere aprovechar precisamente de su condición de minoría para no ser expulsada, pues a cualquier otra en la misma situación le habría ocurrido lo mismo (lo que no siendo adivinos cabe dudar). Es algo así como que está loca y es además es una racista (la racista es ella); ingeniosa estrategia mental, tanto como injusta y peligrosa.
Por mucha condensación de significados que la frase analizada tenga, se puede pensar que es sólo una frase. Por descontado, pero se pueden imaginar que hubo muchas más, veamos otras.
En condiciones normales, tanto la mujer como el hombre que directamente se enfrenta a un agente hubieran dormido en un calabozo, si la mujer no lo hizo sería porque tenía un niño y los policías sopesaron que era lo mejor. La policía actúa muy pacientemente, demasiado.
con bastante paciencia y educación y a ella no le da la gana.y sí,está bastante histérica,con razón o sin ella,o es que no ves como se lía con ellos cuando la bajan. no me parece normal pero tampoco el pollo que monta ni que a esto se le califique de racismo
Esto será: Quizá un caso de mala praxis por parte de la compañia de autobús. Quizá un error del conductor. Quizá una actuación policial excedida. Pero, racismo?
Si, un fallo está claro que hay, pero hablar de racismo es ventajismo para buscar algún beneficio, no viene a cuento
No hay nada para pensar que lo sea, tendrá que verse si es cierto pero ahora mismo solo se habla de ello por buscar algún beneficio.
De tal forma que lo que evita un posicionamiento claro con la mujer, una defensa a ultranza de la misma por lo injusto y violento de lo ocurrido, es que se tilde la situación de racista. Si no se hubiera hecho, todas las opiniones juzgarían lo ocurrido como un abuso, es decir, si hubiera sido una mujer blanca, española de enésima generación, con su hijo, es posible que la indignación se dirigiera a otro lugar y no sobre la persona cuyo hijo es sacado en volandas por unos agentes. Da mucho que pensar.