La incidencia de la gripe está provocando este año una buena cantidad de movimientos de políticos y políticas. Se retoma la discusión sobre la obligatoriedad de las mascarillas y, se trabaja sobre lo que han llamado autobaja. Esta última consiste en abrir la posibilidad de que hasta ciertos días (3) de enfermedad no sea necesario que un médico certifique tu baja laboral. En principio se plantea como una posibilidad para reducir la carga del personal médico de primaria que tiene, además, por estas fechas, un exceso de demanda debido a los casos víricos.
La discusión sobre la autobaja se está planteando a golpe de titular y X, como casi todo en nuestros tiempos. Aparentemente, es lógico reducir la carga burocrática de los médicos y médicas para que se dediquen mejor al diagnóstico y cosas médicas de verdad. De toda la vida cuando te levantas un día que no te puedes mover, resulta algo ridículo tener que salir de casa para ir al médico a que te de la baja y te diga que te quedes en casa dos días. Cuando es probable que lo que tengas sea, además, un virus contagioso, pues no le haces un favor a nadie saliendo de casa y plantándote en tu centro de salud. El caso es que de toda la vida también, ha resultado algo ofensivo entre adultos todo un sistema basado en la sospecha de que el trabajador es aquel que busca contentamente la manera de engañar a su empresa para no trabajar. Y desde el COVID -por lo que sea- ahora somos conscientes de que es un riesgo añadido para el personal sanitario y el resto de personas.
La cuestión -me parece- es que si el debate sobre una absurdez con solera que tiene sus raíces en un sistema de control y desconfianza, se debe plantear hoy por la precariedad puntual del sistema sanitario público que trae la época de gripes. El problema es la precariedad del sistema público de salud en general, siempre y en toda época del año. Me preocupa que la medida de la autobaja pudiera servir para ocultarlo. Podría ésta, y lo dudo, acabar con cierta saturación cuando los virus mejor se lo pasan con los humanos, pero obviamente no cambiaría nada fuera de eso y el resto del tiempo la sanidad pública seguiría muy carente.
Espero que el debate no se convierta en uno en blanco y negro, autobaja sí o no, y que alguien se tome en serio la sanidad pública en su conjunto. La recién estrenada ministra de sanidad, a quien le atribuyo una profunda preocupación por la sanidad pública -no así a otros compañeros y compañeras políticos- me parece que está equivocando la estrategia. Se está dejando llevar por el necesario efectismo que hoy parece que requiere la política, olvidándose del poder que tiene un cargo como el suyo. Empezó por el tabaco en las terrazas, de nuevo titules y horas de tertulias, ahora retoma el triste recuerdo de las mascarillas y las competencias sobre su obligatoriedad, y saca el tema de la autobaja en paralelo. A mí me faltan las palabras mágicas: reformar la sanidad pública, consolidarla en la constitución y en las leyes para evitar cualquier ataque del mercado que pueda sufrir. Y no digo que no sean cuestiones compatibles, un trabajador y una trabajadora pueden hacer muchas cosas a la vez en sus jornadas laborales cuando no están buscando la manera de escapar del curro.