La calidad de la democracia está nuevamente a debate estos días. Un Youtuber, de esos denostados porque alguno de sus compañeros se marchó a Andorra, entró en un programa de audiencia los sábados, supuestamente para hablar de sus colegas, y acabó, él solo, centrando la discusión sobre la nula posibilidad de participación de la ciudadanía. Los tertulianos en bloque, quizás sorprendidos, intentaban contrarrestar su discurso apelando a las maravillas de nuestro sistema, sin conseguirlo. Es cierto que algunos de ellos y ellas habían utilizado el mismo argumento antes, pero -oye-, eso de que critique un outsider no está bien.
En la misma semana, desde partidos políticos -los menos- se hablaba también de esa calidad, todo un vicepresidente, por ejemplo. Inicialmente pareció que el debate público se solucionaría rápido y más o menos igual que empezó, con que es un buen sistema (el mejor conocido) con puntos de mejora. La gran maquinaria de información y opinión tiene la doble virtud de no poder dejar pasar un tema polémico sin abordarlo, también la de reconducirlo y cerrarlo momentáneamente. Pero no ha sido del todo así, ha reaparecido durante varias semanas e incluso se convirtió en algo central en una sesión de control al gobierno. A ratos se ha querido igualar calidad democrática con la libertad de expresión o limitar ésta segunda a la primera, y, de repente, la bola se hizo grande y en medio de la confusión apareció también la legitimidad del uso de la calle y la violencia para protestar o defender lo que se estime. Un gran clásico.
Por el camino han pasado desapercibidas para la mayoría algunas series de datos como por ejemplo una europea que nos recuerda que “la mitad de los españoles no está satisfecha con el funcionamiento de la democracia.”
Otros en este artículo https://www.ctxt.es/es/20210201/Firmas/35041/pablo-iglesias-democracia-plena-gerardo-tece.htm
La concatenación de temas y acontecimientos ha llevado a expresiones cuanto menos curiosas, por no decir paradójicas. Por ejemplo, se ha dicho que en una democracia plena no cabe el uso de la violencia. Es posible entender el principal sentido, si alguien sale a las calles y acaba tirando piedras es un anti democracia, pero al menos cabe otro, si aparece violencia, la democracia no es tan plena como se dice o ¿cómo se explica entonces?. Pocas veces antes -creo- se había establecido esta relación, las protestas que acababan en violencia, y han sido muchas, no eran por la plenitud o no de la democracia, se explicaban en base a cuestiones varias, sobre todo -se decía y dice- que por acabar en violencia perdían toda razón.
La plenitud de algo indica que ha alcanzado su máximo desarrollo y esto nos lleva a considerar un problema. Aunque existan trabajos que intentan establecer un orden de democracias en base a unos indicadores, en ningún caso se debe pensar que, dentro de todas las posibles formas que adoptan, hay un estado final, una perfecta y, en todo caso, la que fuera plena ocuparía el primer puesto, cosa que no ocurre para la española que, aunque no se mencione, además ha perdido posiciones con respecto a años pasados. Desde la Ciencia Política nos ofrecen modelos muy distintos de democracias, quizás una que se apoya en una monarquía parlamentaria no sea el ideal, no obstante, al margen de la forma de distribución del poder, una parte de su definición implica dinamismo; siempre se puede ir a más en la idea democrática, implícitamente se debe intentar. Y se puede retroceder que es justo donde está el problema.
Es comprensible que desde un estado se intente mantener él mismo, es su función, entendiendo que solo desde la estabilidad se puede hacer frente a los cambios. Y es éste último uno de los dilemas de todos los sistemas, se forman con mucho esfuerzo, a veces por casualidad, se estabilizan y si no se mueven erosionan. Puede tardar mucho, lo hará quizás más de lo que dura un mandato, pero si no se quieren ver los signos y realizar movimientos a mayor velocidad, ocurrirá.