Mi hija empezó este año escolar preocupada porque en su cole se metían con las chicas llamándolas feministas. Su madre y yo le explicamos que el insulto era que se pretendiera usar la palabra precisamente para insultar y que nosotros éramos feministas.
El día 8 de marzo, volviendo en el tren de la manifestación de Madrid, ya rotos de cansancio y con sólo la conversación para aliviarlo, me dijo que no entendía cómo en su cole no habían hecho nada por el Día de la Mujer. Razonó que se hacen actividades por muchos días, Halloween, el Día de San Patricio, el Día de la Paz… pero nada, ni una sola palabra en clase por parte de su profesora en el Día de la Mujer, ni una explicación siquiera.
Venía de estar entre 160 mil personas, según Delegación de Gobierno, y de no poder dar un solo paso desde Atocha, de sentir toda aquella emoción y yo no puedo por más que alegrarme de que hiciera sola, con sus 12 años recién cumplidos, la reflexión. De eso se trata, creo que intuye que algo importante pasó. Sólo pude añadir que se quejara por medio del Consejo Escolar y que escribiera unas palabras para el Director o para el periódico. Hablamos de un colegio público de Móstoles.
Cuestiones como esta y la lamentable actitud de determinados partidos políticos, sus políticos y políticas, sindicatos, empresarios y empresarias y periodistas hacen que, conscientes de que se ha dado un paso, sepamos que ya tenemos que dar otro. Sólo cuando empezaron a ver la que se venía encima recularon, se lo pensaron dos veces. En el caso de los partidos es normal, ante unas próximas elecciones no quieren ver como pierden votos de mujeres y algunos hombres por el feminismo, más si cabe con lo apretado que está rascar poder, pero es algo triste.
Mientras hablemos de violencia de género, acoso, reparto de las tareas del hogar, techo de cristal, brecha salarial… ya sabemos que se lo pensarán dos veces y se propondrán o aceptarán algunas medidas, y se puede celebrar como un triunfo si es así, no como hasta ahora. Pero cuando hablemos de concebir el mundo desde unas relaciones de poder distintas, sabemos que las resistencias serán enormes, que habrá también bajas en el movimiento.
En este sentido, Carmena, los días previos al 8M, en un programa con Ana Pastor y otras compañeras políticas, me pareció de lo más lúcido cuando, en una de sus intervenciones, reprendía de una forma muy suave a sus compañeras diciendo que no se trataba de exponer las medidas que cada cual estaba llevando a cabo o proponía desde su partido, había que ir al fondo, al cambio social más profundo. Fue maravillosamente decepcionante su conclusión cuando, quizás ya rendida por ver que aquello iba de lanzar propuestas dijo que una muy sencilla y necesaria era que las reuniones acabaran a la hora que se programa que acaben. En el fondo seguimos muy al principio.