La sentencia sobre las cláusulas suelo del Tribunal de Justicia de la Unión Europea es muy importante, pero el lenguaje nuevamente puede traicionarnos. Se habla de cómo afecta a los bancos y las cantidades que pueden tener que devolver, con lo que es posible olvidarse de, por ejemplo, las personas que perdieron su casa porque no podían pagar la hipoteca y que sí habrían podido si no hubieran tenido esa cláusula.
A estas personas no es que les venga mal que les devuelvan el dinero que no deberían haberles cobrado, la cuestión es que destrozaron sus vidas y eso ya no tiene remedio. Hubo también mucha gente que aunque no llegara a perder su casa sufrió para mantenerla y su vida está también destrozada; impagos de dos meses, por ejemplo, y pagar algo dos días antes de que acabara el tercero con dinero que pedían a familiares o amigos aun sabiendo que el siguiente mes la cosa sería aun peor. Eso te machaca, te quita salud, nadie puede negarlo.
Es sencillo empatizar con nuestros congéneres que padecieron y padecen estas situaciones. En un momento de esta infinita crisis -más de 10 años de nuestras vidas que se dice pronto- todo el que tenía trabajo e hipoteca empezó a pensar que de seguir así en algún momento no le llegaría el dinero. Cuando las hipotecas empezaron a bajar muchas personas pudieron pensar que, si mantenían el trabajo, podrían sobrevivir. Si lo miramos desde cierta perspectiva, tal vez esta circunstancia ayudó a que no se produjera un estallido social que tantos predecían. Toda esa gente a la que habían convencido de que era clase media y se lo creyó, que podía respirar de nuevo, no tomaría ya las calles y seguiría agazapada esperando que la cosa no empeorara de nuevo. Pero hubo mucha gente a la que esos de entre 200 y 300 euros de menos a pagar cada mes por la hipoteca, no les bajó porque tenían una cláusula suelo. Es sencillo -como decía- ponerse en su situación, todo el que no lo está, estuvo muy cerca. Por descontado, aquellos millones de personas que perdieron su trabajo, lo veían todo más negro si cabe.
Ahora es comprensible que miremos la palabras, los bancos no son lo importante y de lo que se debe hablar. Esta sentencia que tan bien nos parece, mueve a más reflexiones porque no dice que las clausulas suelo fueran ilegales, dice que estaban mal comercializadas. Dice que está feo timar, no tanto que sea ilegal, porque -alegan los bancos y algunas sentencias en España- si tú sabes lo que firmas es problema tuyo. Menos da una piedra, claro, pero no es que ayude mucho a la confianza mínima para que una sociedad se desarrolle. Si lo piensan bien, hacer que el derecho o la política proteja algo que no sean las personas y sí a las empresas que no tienen existencia real, son un ente, es una perversión histórica del tal magnitud que todavía estamos por ver sus consecuencias.
Pero además aparece en escena Montoro, no podría ser otro ni de otra manera. Por Navidad nos regala su postura por la que Hacienda quiere una parte de ese dinero que se tiene que devolver. Alegría. Se verá si eso es así y puede reclamarlo, pero antes de poner en el mismo nivel la noticia sobre la sentencia que devuelve algo de fe en Europa a tantos españoles, con su afán renovado por ser el antipersonas del reino, podría haberles dicho algo a quienes lo perdieron todo, un lo siento por ejemplo; con que se hubiera dado un punto en la boca nos habríamos conformado. Señor Montoro, esto no es como si en estos días te toca el Gordo de Navidad y tienes que pagar Hacienda, disculpe que se lo recuerde. Estamos hablando de millones de sus conciudadanos, gente muy cerca aunque no quiera verla, a la que se les ha destrozado la vida por algo que, pese a que ahora se pueda recuperar el dinero, ya no cambiará la circunstancia de que usted y otros como usted podrían haberlo evitado sólo cumpliendo con sus obligaciones, haciendo su trabajo, hablando entonces y no ahora.
Pese a todo, pese a su cobardía, estulticia y crueldad, Feliz Navidad y próspero Año Nuevo. Y por extensión a todos los que diseñaron, avalaron, vendieron, protegieron o simplemente callaron cuando podrían haber dicho algo.