El día 25 de diciembre se publicó un artículo en ABC opinión titulado Gestionar la inmigración
https://www.abc.es/opinion/abci-gestionar-inmigracion-201912250118_noticia.html
Procedo a continuación a realizar comentarios sobre algunos los aspectos expuestos.
Muy al comienzo plantea el problema de la siguiente forma:
el déficit demográfico español, que acaba de romper nuevos récords, exige del concurso de trabajadores extracomunitarios para pagar nuestras pensiones y mantener nuestro estado de bienestar.
La cuestión es que puede parecer un planteamiento basado en una lógica muy realista, no tenemos hijos luego traemos inmigrantes (¿por qué extracomunitarios? no lo dice) para mantener nuestro sistema de bienestar. Esta perspectiva, por más que se repita, no suele gustar a las personas migrantes, dado que las hace sentir casi como mercancía, algo de usar y tirar, mano de obra o aportadores de bebés. No es -digamos- una propuesta muy integradora (integración que el artículo defiende más adelante) dado que se centra solo en “nuestras” cosas, olvidando, por ejemplo, que las personas de las que habla -y tal vez- quisieran disfrutar también del bienestar que contribuyen a sostener, y no sólo facilitárselo a los demás.
Por mucho que a continuación el artículo nos venda una solución matemática avanzada, no parece que esté planteando un problema como tal, infiere directamente de un dato -la baja natalidad- la solución, importar trabajadores extracomunitarios. No le da más vueltas.
Y continúa más adelante diciendo:
Y, sin embargo, estamos dando respuestas demasiado simples a ese problema complejo, que también es una oportunidad, pero solo si sabemos gestionarlo.
Lo que el artículo parece querer decirnos es que la complejidad está en la gestión de los flujos migratorios y la solución en hacer coincidir oferta y demanda. De esta forma, no hace falta entender los motivos por los que se emigra, ni los de la baja natalidad o explicar por qué en un país con tasas tradicionalmente altas de paro y precariedad hace falta “mano de obra”. Son estos los problemas estructurales de fondo que nos hablan de sistemas sociales, de producción y redistribución bastante deficitarios en el mundo. Parece que sólo importa la gestión de una concreta realidad imaginada, no modificarla.
Además de utilitarista y etnocéntrico, este planteamiento es también -como recientemente empezamos a ver- gasolina para argumentos patrióticos a favor de la natalidad. Argumentos que no se centran -de nuevo y por ejemplo- en los motivos de la baja natalidad sino en la necesidad de incrementarla para evitar depender de la inmigración y mantener la ficción de una “raza” y cultura concreta -inexistentes ambas- incontaminadas. Son capaces, estos discursos, de defender que necesitamos inmigrantes como mano de obra (de nuevo mano de obra) para producir riquezas a bajo coste y al mismo tiempo tener más hijos para evitar necesitar inmigrantes y sostener así nuestro modo de vida. Por algún motivo patrio parece mejor explotar a los nacionales que a los migrantes. Pero ya está, sin más análisis ni de la realidad, ni de las causas que subyacen a la misma.
El planteamiento directo “no tenemos hijos luego traemos inmigrantes” a alguien le puede parecer que, por lo menos, mantiene a muchas personas en la contención frente a los discursos más racistas y nacionalistas. Y en parte puede ser cierto, la necesidad de mantener nuestro sistema de bienestar, todos habremos escuchado alguna vez, es, al menos, un argumento a favor de la inmigración cuando sobran los contrarios que se esgrimen. Cumple así una innegable función, pero es demasiado simple y cuando nos enfrentamos, efectivamente, a cuestiones complejas y estructurales, dolorosas por injustas también, no parece suficiente quedarse en la superficie si queremos aportar alguna posible vía de solución.
Pasemos a la solución que se nos propone el artículo:
Lo que proponemos desde la Real Academia de Ciencias Económicas y Financieras (Racef) es un algoritmo para gestionar la inmigración; y, en especial la de los menores no acompañados, flexible y adaptable, que establezca las agrupaciones con tantas variables como sean necesarias para asignarlas de forma óptima tanto a los territorios como, en el caso de los menores, a las familias de acogida.
Cuantas más variables introduzcamos en el algoritmo, más precisa y, por tanto, exitosa será la integración de los inmigrantes mayores y los menores en las sociedades y familias de acogida. En este sentido, nuestro trabajo en el ámbito de la Fuzzy Logic, la teoría de subconjuntos borrosos, ha permitido ya grandes éxitos que salvan vidas cada día.
Un algoritmo. Debemos entender que se trata de hacer coincidir oferta con demanda, donde se requieran inmigrantes llevamos inmigrantes con una fórmula (muy compleja) y todos felices e integrados. Lo deja claro un poco más adelante, en el mismo artículo, cuando habla de cupos y “los inmigrantes podrían ser asignados atendiendo a las necesidades y preferencias de los empleadores y de los propios inmigrantes en la economía en cada territorio con una precisión óptima.”
No existen los cupos, en España no. Lo único parecido es lo que se hace para las campañas de recogida de algunos alimentos y en algunas zonas, donde se convoca un proceso de selección que suele hacerse en origen -fundamentalmente Marruecos- para traer, principalmente mujeres que, al terminar la faena, se marchan. Como bien sabemos, este proceso se puede mejorar dado que se producen algunos abusos sobre las personas, muy serios, pero no parece que haga falta un algoritmo, más bien un control. Por lo demás, no existen vías de entrada legales para la inmigración que no sea -y son las menos de las ocasiones- que la persona tenga un contrato de trabajo con una empresa sobre el que se obtiene un visado antes de venir. El resto, la mayoría de los inmigrantes, deben entrar de forma regular como turistas, quedarse de manera irregular y buscarse la vida para obtener un trabajo y con el mismo, tal vez y si los empleadores lo estiman, arreglar su situación administrativa, cosa que es posible aunque parezca incongruente. O, entrar de manera irregular no por un puesto fronterizo y, lo mismo, buscarse la vida. Estaría muy bien saber cómo se plantea un algoritmo para gestionar unos flujos sobre una situación que el estado y sus leyes permite pero no puede reconocer. Sabemos que el camino es la irregularidad para buscar la regularidad administrativa pero, mientras las personas permanecen en la primera situación no se puede hacer nada salvo expulsarlas si las detectamos, así es la ley. Las matemáticas lo pueden casi todo pero esto sería una prueba de fuego puesto que esta realidad -y no teoría- es Fuzzy Logic (teoría de subconjuntos borrosos) de la buena.
Con respecto a los menores que el artículo cuela. No sé el motivo por el que, supuestamente, habiendo tantas familias de acogida o familiares de los menores no acompañados en el territorio, se creen que existen los centros de menores no acompañados. ¿Será por gusto? O por qué no somos capaces de hacer coincidir oferta con demanda. El planteamiento roza lo bizarro.
Puede que en el artículo se estén refiriendo a una figura muy concreta que es el asilo. Dentro de ésta sí que existe otra, minoritaria en número, que es el reasentamiento. Es decir, traemos de otros países personas que ya son consideradas refugiadas, asumimos su estatus ya concedido, y proporcionamos medios de vida para su integración. A esta figura pertenecen, si lo recuerdan, aquel conato de solución al que se llegó a nivel europeo para aliviar la presión de determinados países, siendo el resto solidarios y aceptando un número de refugiados. Quedó en nada, España no ha cumplido con las cifras a las que se comprometió. El resto de países europeos tampoco. ¿Cómo explicar que es difícil que lo resuelva una fórmula? Cuando has salido huyendo de circunstancias muy complicadas y te has pasado varios años en el camino o un campo de refugiados, sería ideal que un algoritmo te dijera -tu allí- y tu vas y al día siguiente eres un español más, integrado con tu familia. La realidad es algo más compleja y no funciona así, y solo es necesario pensar en el tiempo que cualquiera tarda en reconstruirse tras cualquier inconveniente de la vida para darse cuenta que si has estado sometido o sometida a todas las atrocidades imaginables, salvo que el algoritmo te diga que lo que necesitas es tiempo y en unas condiciones humanas dignas, nada funcionará. Algo que se suele mencionar poco es, además, que España pone cierto énfasis en traer -dentro de que no cumple las cuotas- a personas y familias especialmente vulnerables y eso nos honra. Es decir, no necesariamente trae a los más empleables sino a los que más lo necesitan y esto tiene unas complejidades enormes, ni siquiera comparables a las de un algoritmo, por muchas variables de las que queramos dotarlo. A los humanos todavía no sabemos reducirlos a fórmulas.
Si no es al reasentamiento a lo que se podría estar refiriendo, tal vez sea a las personas solicitantes de protección internacional. La cuestión es que se trata de un derecho, cualquier persona que se siente perseguida o no protegida -simplificando- por su estado, puede solicitarlo. El número de solicitudes anuales es impredecible, los lugares de los que provengan las personas también. Hay tendencias, pero no existe algo así como, este año aceptaremos a x solicitantes de asilo con estas características para asignarlos a estos territorios. Se podría hacer -con un algoritmo también-, algunos países ponen condiciones previas o de selección para aceptar solicitudes. Pero son soluciones muy discutidas por, incluso, contravenir la legislación internacional; es una solución.
Trabajar en el país de acogida, si tienes edad para ello, es más una preocupación -una excusa- de los países de acogida que de las personas migrantes. Esta últimas quieren hacerlo, no se suelen plantear otra alternativa, no la tienen, pero no siempre pueden y no siempre en condiciones dignas. Que casi todas acaben trabajando independientemente de su situación administrativa, muestra una cara diferente de la oferta y la demanda. La oferta mayoritaria es de trabajos en condiciones de precariedad, que existe porque quienes hacen la demanda obtienen pingües beneficios. Dado que incluso para quien se beneficia, la injusticia es claramente perceptible, se hace necesario organizar toda una serie de discursos y estrategias que permitan vivir con esa contradicción sin acusarla demasiado. Los prejuicios, estereotipos y racismo, son herramientas vitales para este fin, aprovecharse del humano al que denigro, haciéndole menos merecedor que yo de bienestar. Parece que sin un algoritmo las situaciones se acoplan ya bastante bien, mejor para unos que para otros, claro, como siempre. Si esa hipotética fórmula pudiera ya no revertir, simplemente señalar esta realidad, estamos a favor.