Resulta que se producirá un debate de investidura, un partido dará su no y a las pocas horas se abstendrá; más o menos. De tal forma ya hay una decisión tomada, ya se conoce el resultado desde que ese partido expulsó a su líder y todavía se sigue perdiendo el tiempo. Y entonces me encontré con estas palabras.
Los políticos dicen que debaten horas perdiendo el tiempo en cosas que ya están decididas. No escuchan a la gente. Tienen prisa porque deben rendir, poder tener poder y tener dinero. Eso es todo lo que les importa: son animales salvajes. Dispersos, distraídos. No estudian nada.
En ese mismo texto de José Manuel Orozco y que hace una interpretación de los libros del filósofo Byung – Chul Han, también aparece una interesante reflexión sobre la innovación. Esta puede perfectamente partir del aburrimiento, de hacer y ver siempre lo mismo.
Empero, no todo aburrimiento es malo. En realidad, alguien puede aburrirse de caminar y caminar, y posiblemente después de un tiempo se preocupe por cambiar su forma de caminar. Se puede tornar innovador. Es decir, contempla con aburrimiento, fijamente, una serie de acciones y las modifica. Pero el que está disperso no contempla, pasa de una acción a otra con torpeza. No innova nada. (ver en su contexto)
Con nada que hayas vivido unos pocos años te darás cuenta que ya antes se ha hablado de cambiar la ley electoral, de que las pensiones no llegarán, del envejecimiento previsto y la baja natalidad, de los independentismos, por supuesto del paro y sus soluciones -ya las has escuchado antes-. También de corrupción y de cómo solucionarla, por supuesto de la independencia de los poderes, de reformar la educación con un gran pacto aunque puede que lo políticos no estudien, de recortes de lo público, de la desunión de la izquierda y el grupito unido de la derecha, de la libertad de conciencia o la disciplina de partido, de la Transición o de la República, de la desafección política… en serio qué aburrimiento.
Es difícil saber si los políticos se están ya aburriendo también y buscarán alguna fórmula distinta, tal vez deberían buscar alguna consultoría de gestión del cambio que está tan de moda, pues el resto de la sociedad va en camino. Lo que sí se puede decir es que cuando te venden una solución como la menos mala, al final todos y todas perdemos, también los propios partidos políticos. Lo mismo ocurre cuando votas al partido que consideras el menos malo, lo haces peor. Igual si sostenemos que la democracia es el menos malo de los sistemas conocidos. ¿En qué otras circunstancias de la vida queremos optar por lo menos malo?