Todo indica que la apuesta por una Sanidad Pública como centro de nuestro sistema de convivencia no se hará realidad. Algunas personas que trabajan en la misma no se cansan de pedirlo, antes incluso de la pandemia, pero otros no, bien porque delegan, bien porque combinan adecuadamente sus ingresos con lo privado. Existe un movimiento ciudadano que también reivindica y que va cogiendo un poquito más de fuerza, a la que se suman los miles de análisis de sesudos y sesudas que dicen que la solución y la salida de esta crisis debe pasar por una clara apuesta por la Sanidad Pública. Algunos de los que lo hacen también son expertos y expertas, pero este punto concreto parece pasar más desapercibido que otros de sus mensajes, no se entiende muy bien el motivo.
Desde los partidos políticos se menciona (no desde todos), pero entre que ya resultan muy poco creíbles y que, en realidad, no se ve movimiento alguno, pues estando bien, no es satisfactorio. Diez mes después del comienzo, sabiendo que durará algunos más (o para siempre), seguimos viendo que las personas que trabajan en el sistema público de salud denuncian precariedades, y si tienes la necesidad de acceder al mismo, las puedes comprobar en tus carnes, no se lo inventan.
Es posible argumentar que ya se ha destinado una buena cantidad de dinero público a la sanidad y que con los fondos europeos se destinará más. No se puede injustamente negarlo, como tampoco que parece insuficiente y sin un poso de cambio, más bien de necesaria atención a la urgencia. Cada vez que veo a un experto sanitario (hora que tienen toda la atención) culpando a la ciudadanía desde una superioridad moral que sabemos es contraproducente para la pandemia, en vez de reclamando una mejora de la Sanidad Pública -y que me perdonen porque no dudo que crean es lo mejor- me pongo malo. En mi modesta opinión, desde hace tiempo, se debería estar poniendo sobre la mesa una reforma completa del sistema sanitario por la que volviese a ser el centro de la sociedad que queremos. Sin salud no hay otros derechos de los que hablar si es que algo queremos aprender de todo esto.
Como el sistema económico en el que vivimos tampoco da muestras de querer cambiar y la privatización seguirá siendo el centro del mismo, sospechamos que tampoco por ello el sistema sanitario mejorará. Sí que se necesita el dinero público para pagar la investigación, la formación, a las farmacéuticas… en eso que, de forma light, llaman colaboración publico privada, y que estará muy bien (o no), pero siempre después de que el sistema publico de salud sea la prioridad. No tiene pinta de que vaya a ocurrir, una pequeña muestra la tenemos en el auge de los anuncios de seguros privados. Estos no dan puntada sin hilo.
Ahora nos situamos ante el voto. Podemos confiar en que alguien, dentro de unos años, ponga la Sanidad Pública en su programa y aun así preguntarnos cómo hemos tenido que esperar tanto. Cada cual con su confianza porque se ha dicho en tantos programas, a lo largo de los años, y no ha ocurrido que… Yo desconfío, y por eso se me ocurre un movimiento de protesta sin violencia que, por supuesto, es una tontá. Se trata de lanzar un mensaje, desde ya, para las próximas elecciones. No votes, no vayas a votar si no crees que el Sistema Sanitario Público ha sido desde la pandemia o es ahora, la prioridad para ellos y ellas, y sobre la que construir nuestro futuro colectivo. Así les haremos saber que todos los que no votemos, independientemente de que antes lo hiciéramos a unos u otros, ahora estamos juntos en este tema, sin que sirva de precedente. Si, por ejemplo, la participación cayera al 30% el mensaje no podría ser más claro y dejaría pocas opciones a quien pudiera gobernar. Pero, tal vez, no haría falta llegar a contar los votos, la simple amenaza, la simple posibilidad de mover al sistema desde uno de sus mecanismos clave, ejercería la fuerza suficiente para que se pusieran desde que sintieran la misma como algo real, a trabajar. Cualquier otra fórmula me parecerá bien, ésta sería remover desde los cimientos, dado que hablar de ello, las protestas en la calle e incluso aquellos aplausos (algunos envenenados) no parecen, de momento, efectivos. Si no nos ponemos muy contundentes con éste tema, incluso imaginando nuevas formas de acción colectiva y de resistencia, es posible que ya sepamos lo que ocurrirá.