Un personaje “importante”, un consejero, se ha atrevido a cuestionar los resultados de un trabajo científico; sin habérselo leído. Nos referimos al Consejero de educación de la Comunidad de Madrid Enrique Ossorio. No ha recibido una condena unánime de su partido, si bien sí críticas de todo el resto -como no puede ser menos-. La cuestión es, sin embargo, de tal gravedad, que lo curioso es que no se pidiera su dimisión en bloque o algo incluso más contundente. Ya antes y frente a un informe también de Cáritas, otro ilustre, Montoro, hizo lo mismo; va camino de convertirse en tradición.
Con la todavía no superada pandemia hemos vivido la recuperación de un discurso político en favor de la ciencia, incluso justificando decisiones por la misma. No exento de riesgos para la propia ciencia, pues esta solo puede afirmar que busca la verdad no que la tiene, es -sin duda- una postura mucho más racional que otras basadas en prejuicios injustificados ni mucho menos meditados tan frecuente en nuestra política. Pues bien, el informe de Cáritas tiene una sólida base científica avalada por muchos años de reflexión y trabajo. No se puede permitir que un político haga consideraciones que desprecien lo que la ciencia indica sin considerar que también está en una postura negacionista, entendida ésta justamente como ir en contra de lo que un planteamiento científico muestra con cierto grado de seguridad.
Sin duda en este caso estamos hablando de un tipo de ciencia distinto, una que se considera menor, ciencia blanda frente a las ciencias duras o puras. Y este debate se remonta también en los tiempos; en qué medida las ciencias sociales son ciencias y si lo son cuál es su capacidad ya no tanto para explicar el pasado como para prever el futuro… Lo interesante es que dentro de la ciencia este tipo de discusiones tienen lugar, se cuestionan los resultados y las metodologías, se buscan soluciones, cuestiones que no pueden ser comparables a un politicucho que no se lee un informe pero lo cuestiona buscando pobres por el suelo con su mirada. Con toda la gente inteligente, leída, con conocimientos y buen juicio, seguro que podemos encontrar representantes públicos que finalmente acaban teniendo poder, con un mayor nivel intelectual.
Pero es igualmente interesante que las críticas al personaje no vinieran por su negacionismo científico. El informe citado recoge bien todo un apartado de metodología. En el mismo explica cual es el universo, la muestra, los márgenes de error, el número de indicadores, la forma de administración de la encuesta e incluso explica unos cambios metodológicos con respecto a otros trabajos. Impecable. Y no se trata aquí de repasar punto por punto los resultados de dicho informe (leídos del resumen ejecutivo), solo recoger algo muy corto y básico.
En 2021, el 42% de la población de Madrid se encuentra en una situación de integración plena, el 35,8% en una situación de integración precaria, el 10,2% en una situación de exclusión moderada y el 12,1% en una situación de exclusión severa.Las personas en situación de exclusión social representan el 22,3% de la población de Madrid, lo que implica que, aproximadamente, uno de cada cuatro habitantes de la comunidad —en torno a 1,5 millones de personas— se encuentra en 2021 en una situación de exclusión moderada o severa.
¿Qué le chirría tanto a nuestro intelectual político?
La confusión del personaje de exclusión con pobreza es evidente, como evidente es que ni siquiera entiende lo que es la pobreza cuando mira al suelo para buscarla. Cáritas explica a lo largo de la larga serie de trabajos que publica, que si bien las formas habituales de medir la pobreza aportan una información muy valiosa, estas se basan en su dimensión económica, fundamentalmente los ingresos por hogar. Y dicen “La constatación de la multidimensionalidad y la complejidad que presentan los problemas sociales de los sectores de población más desfavorecidos (que no son exclusivamente la falta de ingresos) hace que sea necesario complementar ese análisis de las desigualdades económicas con otra perspectiva más omnicomprensiva.” Para ello construyen un índice sintético de exclusión que, desde el primer momento avisan, debe y puede ser mejorado constantemente.Y establece una serie de ejes de la exclusión social como son el eje económico, político y relacional y una serie de dimensiones de la vida cotidiana: el empleo, el consumo, la participación política, la educación, la vivienda, la salud, el conflicto social y el aislamiento social…
En fin, impecable. El documento, la serie de informes, debería ser lectura de cabecera de cualquiera que se dedicara a la política. Incluso sus logros departamentales estar relacionados con los datos de la serie sobre exclusión que corresponda, de tal forma que nada que emprenda una administración pudiera considerarse que tiene valor si no bajan en algo los indicadores. Pero bueno, seguiremos mirando al suelo ante tanta estulticia, buscando una clase política mejor.