La OMS recomienda una distancia física de 1 metro, en nuestro país de 2, y ha encargado una investigación independiente sobre su propio funcionamiento en relación con el COVID, siendo que empezó a avisar en enero; nosotros, desde luego, 2 investigaciones no hemos encargado y quizás fuera conveniente hacer, al menos, una reflexión social.
Si intentamos alejarnos de la pelea política (cuestión sobre la que también previno la OMS en relación con la pandemia), parece posible tener la sospecha de que algunas cosas de lo ocurrido, merecen, ellas sí, esa reflexión social. Digamos que donde se usa distancia social se debería decir mantener la distancia física y en cambio hacer todo lo posible por acortar la social. Una idea que se menciona poco porque tal vez sea falsa es que es, precisamente, la gran distancia social en nuestro país, un factor más de la velocidad de expansión del virus y parte de la explicación del resto de lo ocurrido. Al menos para esta reflexión, que debería ser participativa y bajo una cultura democrática, convendría, si cabe, simular algo menos de verticalidad y distancia entre grupos sociales, y compartirla honestamente.
Recordemos brevemente algunas de las cosas vividas que justificarían esa reflexión. Me aburre especialmente el tema de las mascarillas con el que nos tienen y han tenido entretenidos muchas horas; en todas las videoconferencias familiares seguramente se habló de ello. No obstante, el reconocimiento de que no se recomendaron porque no había, indica muchas cosas, sobre todo la necesidad de hacer esa reflexión social. Por su propio peso cae la idea de que el criterio sanitario bajo el que se escudan todas las decisiones no es tal, es decir, ni de lejos las decisiones que se han tomado han partido del mismo ni de la recomendación de algo llamado expertos sanitarios. Las que se siguen tomando cada vez menos. Y surgen preguntas legítimas, por ejemplo, aunque fuera posible que todas las decisiones se tomaran bajo criterio sanitario ¿sería deseable? o ¿hasta qué punto es legítimo poner de escudo un criterio sanitario si esto no es real?
Pero hemos asistido a tantas cosas que nos merecen motivo de reflexión… La compra compulsiva de papel higiénico, luego de harinas. La compra de material sanitario o las reconversiones industriales para producirlo. La salida a la calle con perros, luego con niños, las segundas residencias. La aparición de conceptos raros como trabajadores esenciales o nueva normalidad, pero antes el “esto es una guerra”. Los aplausos a los sanitarios que no tenían medios desde hace ya algún tiempo y trabajaban, pero muchos lo siguen haciendo, en precario. Que los sanitarios me perdonen, pero la aparición televisiva de expertos sanitarios que dejaban mucho que desear y alguien consideró comunicadores natos por algún motivo, mientras se quejaban de los bulos. Las residencias de mayores, vaya tela. El estado de alarma indefinido y el debate sobre si conculca o no derechos fundamentales, que lo hace, por eso es de alarma. La permanencia del virus en las superficies o de las gotitas expelidas en el aire por un tiempo nunca definido, luego que no era así o no se sabía “científicamente”. El fútbol como preocupación, las playas o tomarse algo en una terraza como obsesión por las fases. Una muy grande, la incapacidad de contar mientras todos los días esperábamos el parte de los números y su apariencia científica. Los mensajes curiosos, lávate las manos, que casi luego desapareció, ventila tu casa, quédate en casa, todos unidos. La obsesión por el 8M. Han vuelto las fronteras sin discusión, aparecieron y desaparecieron los militares como los hospitales de campaña.
Y podríamos seguir, ha sido bizarro y dramático. Hemos visto y consumido lo más grande, cuando, además, todos mirábamos por no tener otra cosa que hacer durante muchas horas. Cada cual podría hacer su interpretación dicotómica de todo esto y de más cosas, pero merecen una evaluación porque según pasa el tiempo nos vamos olvidando. No es una cuestión de culpabilizar, le ha tocado estar en el gobierno a unos y no otros, pero todo esto hay que digerirlo y estudiarlo y si es posible sin condicionantes políticos, aunque en este país, eso no parezca posible. El poder (no el virus), desde arriba, ha generado toda una serie de dinámicas que son ya parte de un cambio social. Ha sido muy rápido y ahora toca ver cómo va calando hacia abajo, cómo se interpreta, reconstruye y utiliza, y si fuera posible, se reflexione lo antes posible. Pensemos que está muy bien el reconocimiento constante del sufrimiento de las diferentes partes de la ciudadanía, muy bien, pero que por defecto incluye cierta condescendencia por el que padece cuando no ha participado de las decisiones, sólo de las consecuencias. Nuestra reflexión debería poner al descubierto las carencias estructurales.
Que las primeras protestas partan de los grupos sociales más auto favorecidos, significa. No sabemos qué, puede ser síntoma de los estertores finales de esos grupos que se fusionarán con otros y sus intereses, como tantas veces ha ocurrido en la historia u otra cosa. Puede quedar en nada o provocar algún terremoto en la sociedad, lo único que sabemos es que hay muchas cosas removidas y que cuando en un sistema pasa eso, las probabilidades de auto organización, que ocurra lo inesperado, son mayores. Esto no es ni bueno ni malo por si mismo, es parte de los procesos de cambio, hay mucho de probabilidad.
Pero veamos lo interesante, cuanto más control se fue inyectando desde arriba, infinitas normas y restricciones, mayor desorden se iba produciendo abajo. Funciona, ha funcionado por un tiempo limitado, importante, pero la cantidad de orden que se debe introducir es cada vez mayor para mantener la situación dentro de unos límites deseados. Orden puede intercambiarse por información, es necesario introducir una cantidad mayor de información cada vez, y por información no debemos confundir verdad, realidad ni conocimiento, puede contener tanto ruido como se quiera. Antes de seguir hacia un delante cualquiera, convendría meditar lo ocurrido, evaluarlo, traducirlo y hacer útil cuanta más de esa información mejor que es, quizás, la única manera de dirigir mínimamente -y si ello es posible- nuestro destino, antes de verlo escrito en algún libro de historia. Es una forma de expresarlo, pero por la teoría de la información, si se sabe que un mensaje será recibido, el valor de la información que trasmite es cero.