Parecía que una idea como la de celebrar reuniones sólo con los convivientes, iba a durar poco, era producto del desliz y la carrera por el eufemismo tranquilizador. Pero no, se sigue repitiendo pese a que sea raro asumir que tienes reuniones con las personas con las que vives. Lo siguiente podría ser que hasta tuviéramos que concertarlas, en vez de, por ejemplo, tener una hora aproximada para comer los fines de semana, quedar en casa con tu compañero o compañera sentimentales y los hijos en común para ingerir alimentos en compañía. A lo mejor un Doodle o compartir la agenda del correo; seguro que encontramos alguna aplicación mejor.
Claro que hay hogares en los que los convivientes no son una unidad familiar, por ejemplo dos familias de cuatro miembros cada una, que duermen juntos en su habitación familiar y comparten luego el baño y la cocina. En esta situación, convivientes adquiere nuevo significado, pero uno algo más feo, compañero o compañera sentimentales tal vez -o no- se pueda sustituir por otra palabra más ajustada, lo de los hijos en común es estudiable. Aparentemente y en este caso, tampoco se pueden juntar a comer las dos familias pese a ser convivientes porque, por otro lado, exceden el número de personas que pueden hacerlo…la verdad es que no lo tengo claro.
Los eufemismos son una herramienta necesaria para el control social (entre otras cosas), las palabras en general lo son. A la vez nos ayudan a describir y entender el mundo, y por ello a construirlo. Digamos que son esa rara entidad que está en el pasado y el futuro a la vez como casi ninguna otra. Esto se ha estudiado bastante y, por supuesto, las palabras se unen a las ideas y a las ideologías de quienes las usan y, a su vez, las construyen e imponen, es todo un complejo edificio que lucha en la definición continua entre lo social y lo individual. Las palabras son entidades casi mágicas por su complejidad.
Muy bonito todo, pero, si ayuda, es para preguntar o analizar cuántas de las nuevas palabras, nuevos conceptos e ideas detrás, van dirigidos a construir un sistema político diferente o a mejorar el sistema sanitario. Lo primero casi ni se menciona, lo de Rey tal vez y, en todo caso, como en lo relativo al sistema sanitario, sí se menciona pero con las mismas palabras que en el pasado. Los eufemismos son para las medidas de control, no para una sanidad mejorada. Debemos entender que será el mismo sistema sanitario con el que nos enfrentamos a la pandemia y con el que entramos en ella, el que seguirá siendo después, si es que hay un después parecido al antes.
Los pesimistas que sacan conclusiones en función, puede que lleguen a deducir que el futuro que se está construyendo con las palabras es uno de mayor control social sin un sistema sanitario mejorado, siquiera distinto. No es que se tenga que elegir entre control social y salud (ni entre economía y salud), es que no aparece la opción. Es posible pensar que el control social desaparecerá cuando lo haga su justificación, y que tal vez entonces aparezcan palabras que indiquen una mejor sanidad. Es posible, lo que genera la duda de, si la crisis es de carácter sanitario, cómo es que no se está hablando con nuevas palabras de la sanidad.
Es muy generoso pensar que los sistemas de poder, una vez construyen un entramado conceptual e imponen medidas sin mucha contestación, cambia de nuevo por propia voluntad. Esperemos que sí, que el fondo democrático sea lo suficientemente fuerte, igual que el sanitario para controlar el virus, pero la idea del trabajo a casa y de vuelta al trabajo es históricamente muy tentadora, pocos derechos se han conseguido -de momento- en Twitter. Pese a ésta irracional duda, persiste la de la sanidad. Tal vez no sea necesario cambiar nada, tal vez no exista un consenso social sobre si es o no una prioridad. Son opciones. Que no nos ha servido para la pandemia puede parecer hasta casi una evidencia. O no, dependerá de las palabras.