Tradiciones

Lo de este país con el día del sorteo de navidad es sorprendente rozando el ridículo. Pero bueno, es una tradición, habla de alegría porque marca el comienzo de las fiestas, se respira ilusión por si al día siguiente fueras tú el que hiciera un corte de mangas en el curro y no volvieras nunca, y no se hace daño a nadie. Aunque no sé si algún pureta de las adicciones que todo lo quiere prohibir estaría tan de acuerdo con que se montara el mismo circo el día del tabaco o del porro.

Otra tradición ridícula es la de comer uvas con las campanadas. Las tradiciones son eso, tampoco requieren que pienses mucho en ellas y sí que repitas teniendo la sensación de que estás vivo, haces cosas a la vez que otros y controlas el tiempo. El problema es que este año las uvas han subido de precio -parece- más de un 200 por cien. Total, te vas comer solo 12, lo puede soportar cualquier economía, que no sea su precio lo que te haga empezar mal el año.

Vamos con el cachondeo del precio del aceite de oliva. Además de expresar tu cabreo en las cenas navideñas, puedes dejar de compralo, sobretodo si estás convencido o convencida de que el precio final es producto de la especulación y la cara dura. Sin duda puedes cocinar con otros aceites, incluso con mantequilla como hacen en tantos países, es decir, tienes sustitutivos hoy más baratos. Pero no -te dirán en esas cenas si lo insinúas- el aceite de oliva es más sano. Puede ser, en esto seguro que existen informes médicos que lo certifican, aunque creo recordar épocas en las que se comentaba justo lo contrario. Da igual, los que fijan el precio de este oro no se ven a sí mismos como facilitadores de salud pública.

En la vida real es muy difícil no comprar un décimo, no comer uvas con las campanadas y dejar de usar aceite de oliva. En la economía clásica sí es posible, teóricamente son las decisiones individuales agregadas las que marcan los precios después de una especie de negociación entre consumidores y la cadena de producción y venta. Ya vemos que no tanto.

Si me preguntan, defenderé antes las tradiciones que al mercado. Este año no compraré lotería, no comeré uvas y no cocinaré con aceite de oliva. Tonterías mías. Y cuando el día dos vaya a desayunar camino del curro y vea que han subido el precio 25 o 50 céntimos, tendré que valorar llevarme una tostadora y una cafetera y ponerlas junto al ordenador alegando que son herramientas de trabajo tan imprescindibles.