Tengo la extraña sensación –deseo puede ser- de que la única noticia que nos gustaría recibir es que se triplica la inversión en sanidad y se blinda con respecto al PIB de ahora en adelante. Ya si me pongo, lo mismo sería bien recibido en el caso de la educación. No quitarían estos pronunciamientos la angustia y el miedo personales, pero dormiríamos más tranquilos esa noche sabiendo que, tal vez, no ya para cada uno de nosotros, sino para el resto y el futuro, se habría logrado algo de esta crisis. Eso sería responsabilidad individual.
A cambio también da la sensación de que sobre lo que más se nos informa es sobre prohibiciones y restricciones, hasta el punto que resulta complicado seguir las que te afectan, las que están en vigor, lo que, en definitiva, puedes o no hacer. En ocasiones incluso hay cosas a las que te obligan, pero están pendientes de una decisión judicial con lo que, no sabes, si dejarán de afectarte en unos días y entonces si tiene sentido y… te acaba pasando brevemente por la mente ¿no estaremos gobernados por psicópatas?
Tanto aparente movimiento es, al final, un reflejo de que no se está haciendo nada, es como andar en una cinta o montar en bici en un rodillo.
Veamos las dos últimas noticias que recibí sentado en una terraza (en el aperitivo) y tuve la ocasión de contrastar con el dueño de la misma. Está claro que no se debería fumar, nunca, en ningún lado, pero también que no hay evidencias de que favorezca la infección. Ahora bien, como la mascarilla es obligatoria, añadimos que no se puede fumar en espacio público porque implica quitársela y, además –añadimos- si no se puede mantener la distancia de seguridad, que ya no tenemos claro si es de 2 metros de uno y medio o de uno (en el metro es de 0, en la playa de uno con cinco, para fumar de 2, según la OMS de uno, para muchos es social, para otros física…). A nada que se piense y en estos momentos, aunque la medida anunciada está bien y podría tener efectos beneficiosos para la salud pública, la poca coherencia de la misma genera más distracción que otra cosa, da –de nuevo- una sensación de que no se sabe muy bien la senda que siguen nuestros prohibicionistas; en breve alguno asomará también la patita con respecto al alcohol que, sin mencionarlo, está de fondo cuando hablamos de locales. Con respecto al horario de estos ya nos sabes a qué atenerte. El cierre –anuncian- debe ser a la una de la mañana, desde las 24 ya no puedes admitir más clientes. Todo el resto del día parece que el virus está durmiendo y se activa justo a las 12 de la noche para atacar, pero de doce a una, aunque estés en un sitio abarrotado, estarás protegido porque el virus se lee a conciencia el BOE y cumple. Y claro, nuestro amigo hostelero que se conoce la situación de cada local de la zona, sus características y el tipo de clientes que reciben en cada momento del día, lo flipa, y te saca las mil y una incoherencias que ello supone al conjunto de los negocios. Acaba el buen hombre pensando si no será mejor cerrar pese a los mensajes previos de que había que abrir y reactivar la economía. Ya pintó rallas en el suelo, ya puso carteles de todo tipo (más que de sus productos), ya compró toneladas de desinfectante y geles y limpia cada mesa cada vez, ya puso y quitó mesas en función del aforo de cada fase, ya rediseñó su terraza para mantener las distancias de seguridad. Ya tiene muy claro que la salud es más importante que el dinero, pero no sabe muy bien si los super ministros de sanidad piensan lo mismo ahora o qué pensaban antes, y en base a qué imponen sus reglas, si lo hacen pensando en él, en sus invitados que no clientes, en la pasta… Ya no sabe nada.
En serio, me cuesta ver a esos insignes Ministros de Sanidad de la nación y de cada comunidad autónoma, hablando sobre los locales y las restricciones, y no, por ejemplo, del cumplimiento de unas medidas básicas en todos los casos o, mejor aún, sobre la financiación de la sanidad, los aplaudidos a la vez que machacados sanitarios, cambiar el sistema de las residencias de mayores (sea o no su competencia), y cuestiones de estrategia y política generales y decisivas; soluciones en positivo, algún rumbo que no sea llegar a septiembre en las mejores condiciones, alguna idea, algo mejor que lo de no fumar y cerrar a una hora. Aunque suene demagógico, cabe preguntarse para qué se les paga, cual se supone que es su papel. Si se vienen a la terraza de nuestro amigo (no por la noche y sin fumar ni beber alcohol) y montamos varias mesas (no más de 10 en cada) verán que no están fuera de lugar, todos los grupos allí presentes hablan de lo mismo que ellos y he escuchado algunos análisis y propuestas mejores que las salen de las reuniones interterritoriales. Porque sí, en esta terraza está permitido el intercambio de opiniones y experiencias entre mesas, sin enfados por las posturas de los demás.
Todo este sin realmente sentido lo adquiere si piensas que, en el fondo, llegaremos a la conclusión de que lo mejor es retomar el mando único y volver a confinar, incluso lo pediremos por favor. Podrán entonces decirnos que fue culpa de cada uno de nosotros y nuestra irresponsabilidad individual, que el mundo ha cambiado y debemos adaptarnos a uno peor entre otras cosas con menor gasto sanitario público. De lo contrario y salvo que aceptemos –eso- algún rasgo psicopático en el poder, resulta complicado explicarte lo que nos ocurre.