En estos días cada vez resulta más frecuente el uso de términos como complejo o complejidad para referirse a problemas que afrontamos y sus posibles soluciones. Un ejemplo de ello es el denominado problema de las drogas.
Esta noción de complejidad proviene, sobre todo, de la observación de que el inicio del consumo y el desarrollo de una adicción tiene múltiples causas y así, por ejemplo, se debe considerar la sustancia, la vía de administración, la dosis, la frecuencia, el número de sustancias que se combina, la biología y genética de un individuo, también la familia, el entorno más cercano, el entorno más lejano, la prensa, la publicidad, la cultura, las leyes… podríamos y deberíamos seguir enumerando factores que desde distintas perspectivas se considera necesario para entender el fenómeno de las drogas.
Pese a la amplitud de un posible listado y el desarrollo de diferentes modelos que nos ayudan a comprender cómo cabe que se relacionen variables entre sí, debemos antes reflexionar sobre la complejidad y decidir si realmente nos enfrentamos a un problema complejo y, en tal caso, si actuamos en consecuencia.
Cotidianamente hacemos uso de la palabra complejo asociándola a complicado. Por un lado pensamos en algo que se compone de múltiples elementos, pero por otro es posible visualizar un todo compacto u homogéneo como, por ejemplo, un complejo de edificios, a veces simplemente juntos y otras juntos para una actividad común. En nuestra mente puede aparecer también un complejo vitamínico, algo que nos indica una suma de sustancias en una sola unidad, pero que no necesariamente interaccionan. En otros casos nos es posible recuperar la imagen del complejo psicológico, irremediablemente unido a una carencia que provoca comportamiento perturbado. http://dle.rae.es/srv/fetch?id=A1JK3tM
Y, además, desde hace no mucho, las ciencias duras nos vienen hablando de ciencias de la complejidad o teorías de la complejidad que, si bien todavía pugna por una definición clara, incluye cuestiones “relativas al desorden, el caos, la no-linealidad, el no-equilibro, la indecibilidad, la incertidumbre, la contradicción, el azar, la temporalidad, la emergencia, la auto-organización…” Una de las cosas más claras de la indefinición de las ciencias o ciencia de la complejidad podría ser que la complejidad que estudian no se refiere a la mayor o menor cantidad de elementos necesario contemplar en un problema, sino a la relación entre los mismos, siendo que lo que aparece en la interacción es lo complejo. http://www.scielo.org.mx/scielo.php?script=sci_arttext&pid=S0186-10422012000100011
La complejidad “científica” se describe a veces como un nuevo y emergente paradigma frente al actual, dominante todavía y que tantos éxitos proporciona basándose en el mecanicismo, reduccionismo y determinismo. Es interesante, como decíamos, que la complejidad se ha desarrollado -sobre todo- dentro de las ciencias físico-naturales, y es todavía más marginal si cabe en las sociales. Ello se debe a que las primeras utilizan el lenguaje y pensamiento matemáticos y hoy se apoyan necesariamente en la computación que tanto contribuyeron a desarrollar en parte por la necesidad de afrontar modelos cada vez más complicados, con más variables. Pero si lo pensamos bien, la complejidad puede que forme parte del pensamiento y metodología tradicionales en las ciencias sociales aunque no fuera en estas donde se vislumbró la idea misma, puede que debido a la asunción de que las sociedades y sus problemas contienen inevitablemente la incertidumbre e impredecibilidad en su naturaleza. De alguna manera, la necesidad de predecir para controlar de una forma de entender la ciencia nos ha puesto frente a lo complejo que no es siempre predecible ni controlable.
La separación entre saberes blandos y duros ha sido no pocas veces criticada pero sobre todo las ciencias sociales han intentado copiar las herramientas metodológicas de las físicas. Producto de las ciencias y el pensamiento principalmente occidental basado en el mecanicismo, reduccionismo y determinismo nos hemos empeñado en clasificar ordenar y estratificar parcelas del conocimiento o del saber hacer lo que nos lleva a considerar un “factor institucional, de gremios académicos —cuando no de mafias— de intereses y de poder” (Kõppen, Mansilla y Miramontes (2005, p. 4–12). 252 Contaduría y Administración, Vol. 57 No. 1, enero–marzo 2012: 241–264). Una idea que, sin embargo, recupera relativa fuerza y en paralelo a la complejidad es precisamente la interdisciplinariedad, hasta tal punto que a veces parece la única propuesta desde las ciencias sociales al enfrentar su novedad. Y aun así se da discusión entre la conveniencia de aplicar la interdisciplinariedad o multidisciplinariedad o ambas a la vez.
Para terminar de complicarlo, todavía existe una perspectiva adicional de la complejidad. Hasta ahora nos hemos referido sobre todo a lo que se puede englobar bajo la idea de complejidad restringida que proviene fundamentalmente de las ciencias duras y pone a disposición metodologías algo más concretas, sobre todo matemáticas. Pero además existe el pensamiento iniciado por Morín que se llama a veces complejidad general y que concretamente nos habla del pensamiento complejo. No ofrece alternativas metodologías, nos propone a cambio que se deben ir creando, teniendo constantemente presente al sujeto que piensa formando parte de lo pensado. La recomendación del pensamiento complejo es claramente la de incorporar en un proceso continuo al sujeto y su subjetividad, de tal forma que se construyan puentes entre las diversas parcelas artificiales del conocimiento. Así, el pensamiento complejo “está animado por una tensión permanente entre la aspiración a un saber no parcelado, no dividido, no reduccionista, y el reconocimiento de lo inacabado e incompleto” (Morin 1990:23). “Ninguna ciencia ha querido conocer la categoría más objetiva del conocimiento: la del que conoce. Ninguna ciencia ha querido conocer su origen cultural” (1981, p. 24)
El pensamiento complejo puede brindar el campo reflexivo necesario para desarrollar un marco epistémico inclusivo de valores éticos y políticos conformes a las necesidad y desafíos de las comunidades sociales, locales, nacionales, regionales y planetaria. Las ciencias de la complejidad pueden brindar las herramientas metodológicas concretas para el estudio de fenómenos complejos. Considero que el desafío más fundamental es estimular el desarrollo de las ciencias de la complejidad guiadas por un pensamiento complejo. (Leonardo G. Rodríguez Zoya, Julio Leónidas Aguirre, Teorías de la complejidad y ciencias sociales. Nuevas estrategias epistemológicas y metodológicas. Nómadas. Revista Crítica de Ciencias Sociales y Jurídicas | 30 (2011.2)
Las ciencias de la complejidad nos obligan a seguir preguntándonos si el fenómeno o el problema de las drogas es complejo y en tal caso podemos intentar aplicar alguna de sus propuestas metodológicas. El pensamiento complejo nos anima, en el fondo, a reformar la sociedad occidental discurriendo sobre la misma de una manera distinta y señala que las ciencias de la complejidad tampoco tienen la pretendida neutralidad que reclaman, estando ética y políticamente condicionadas por intereses concretos, muy especialmente por los de la parte norte del mundo, como casi todo lo científico.
Resulta irremediable ver que el estudio sobre drogas está teñido de mecanicismo, reduccionismo y determinismo, que independientemente de si se aborda como un problema complejo o complicado con o sin la consideración de la interdisciplinariedad, está muy ligado a las formas científicas dominantes y políticamente no neutrales, parceladas según también intereses académicos concretos. El papel de la subjetividad de quienes investigan y trabajan en drogas es, si cabe, más evidente que en otros campos, también el que la relación entre subjetividades tiene en las organizaciones estatales o supraestatales. Pero rara vez es analizado, como si nada tuvieran que ver y no se impusieran a través de normativas, mensajes, clasificaciones, partidas presupuestarias…y políticas públicas. No pocas veces todo ello se enmascara dentro de una idea de evidencia científica disponible que vuelve a dejar fuera del análisis los métodos y subjetividades creadoras de la misma.
Independientemente de si hablamos de fenómeno o problema, sus posibles soluciones -si las tuviera- no pueden desligarse del cambio, reforma o evolución de la civilización y los expertos y expertas en drogas rara vez quieren hablar sobre ello. Es un tema complicado sobre el que hacerlo, te la juegas, esconde muchas estructuras de poder, no sólo el académico científico, y es precisamente sus relaciones con otras esferas de la vida pública, política o comunitaria y de las relaciones entre sistemas nacionales lo que lo hacen complejo.