Broma

Estamos -nos dicen- ante un nuevo paradigma, los comienzos casi de un nuevo mundo humano, y a mí me gustaría que así fuera. Sin embargo, lo que veo es genocidio, violaciones de los derechos humanos, explotación de la clase trabajadora, colonialismo y mentiras desde la política. Eso es lo mismo de siempre.

Imaginemos por un momento que es posible que un gobierno de los que entendemos por democráticos, en una rueda de prensa, diga que se deja de comprar y vender armas a Israel como gesto por el genocidio que está cometiendo. No hablamos de cualquier asuntillo menor. Al poco, al mismo gobierno lo pillan comprando balas por 6 millones de euros, a Israel. Me pinchas y no sangro. ¿Dónde está el nuevo paradigma? Es éste el mismo núcleo central sobre el que construimos el resto de nuestras teorías; la política es el arte de mentir y salirte con la tuya. Es decir, se presupone que los que más poder tienen defienden los intereses de los que más poder tienen, sean estos los que sean, pero tienen que conseguir aparentar que no es así.

Ahora, estos mismos personajes te dicen que estamos ante un nuevo paradigma para meterte doblado el rearme como lo único que se puede hacer. Evidentemente no debes creértelo, pero aceptarlo, ese el juego. El sistema político, bien sea nacional o internacional no ha cambiado, no puede hacerlo, simplemente porque se basa en la mentira y su ocultación. La mayor mentira, por tanto, será decir que el paradigma ha cambiado.

El problema es que cuando llegas a mentir sobre lo más básico, la noción que sustenta el edificio, todo el resto puede quedar en evidencia. Entonces alguien puede concluir que lo que falla es la noción primigenia, la teoría básica, lo que nunca se cuestiona. La noción misma de política.


Al mismo tiempo que nos mienten en la cara, como si nada y como siempre, hay un debate sobre la posibilidad de bajar la edad para votar a los 16. De momento parece que la mayor parte de la población es contraria, argumentan sobre todo en base a la inmadurez a esa edad. Cuando este tema se menciona, y es poco frecuente, se suele olvidar que la edad sería no solo para votar, también para se elegido. Lo que se puede proponer, entonces, no es tanto un cambio de paradigma como uno en las formas. Se me ocurre que, dejando el resto casi igual, el presidente o presidenta del gobierno y las comunidades será impuesto en base a una selección aleatoria entre las personas que tengan los 16 recién cumplidos y menos de 18 en la fecha de las elecciones. ¿Será una broma? Ya vivimos en una.