Claro que, una vez más, lo que ocurre en la política de partidos es vergonzoso, y esta se basa en ganar el relato de por qué no se han aprobado unas medidas que subían las pensiones o mantenían la bonificación de los transportes públicos. Ya se ha dicho todo y seguramente cada ciudadano se quede con su creencia previa en base al partido o bloque que apoya. Mucho ruido, muchas horas sobre el tema para llegar al mismo punto desde el que se partió, cada uno con los suyos. La cuestión es ¿aquí quien gobierna? ¿Eso que llaman pueblo o estos señores y señoras feudales?. Es decir, si se realizara un referéndum en el que todas las personas mayores de edad se pronunciaran sobre subir las pensiones o mantener el pago parcial de los transportes públicos ¿qué se decidiría colectivamente? A fin de cuentas estamos hablando de posibilidades en las que usar el dinero de todos y cada una de nosotras y, por supuesto, puede haber diferencias, pues que queden claras por medio de alguna consulta directa vinculante.
No es difícil entender que a la clase politico-feudalista esto le de miedo y piense que el pueblo no siempre sabe bien lo que decide colectivamente. Por pedir, la gente podría pedir cualquier cosa, hasta la luna, y que luego eso no fuera sostenible o pusiera en riesgo otras facetas de un gobierno de una nación. Es evidente que solicitar la opinión es siempre un riesgo, se ve claramente en la inclinación al voto a la extrema derecha que ya se produce con las elecciones tradicionales. Pero también en el Brexit o, por imaginar, el problemón que podría suponer si se votara por mantener en España la monarquía constitucional o el modelo de estado con territorios queriendo independizarse. Vale.
Pero entonces preferimos que estos señores y señoras jueguen partiditas en las que usando los mecanismos que dictan las normas, unos presentan muchas cosas juntas porque no tienen mayoría y para ver si cuela o poder decir que la culpa fue de los que votaron no, otros se basan justo en esa trampita para decir que, si las hubieran presentado por separado las hubieran apoyado. ¿Estamos imbéciles?
En algún momento nos daremos cuenta que una de las pocas posibilidades que nos quedan es avanzar hacia un modelo de participación más directa. No estará libre de la intervención de ricos, poderosos y partidos políticos, no será perfecto, ni el paraíso, la democracia no es más que un mito, una creencia, una idea mágica. Pero la que se materializa hoy en prácticas concretas sí que parece que se nos está quedando muy corta.