Se sienta uno a escribir y le tiemblan las canillas sólo de imaginar que la policía podría irrumpir por la puerta de casa y llevarte preso por lo que estás pensando, por si acaso lo escribes. Seguro que es una imagen sacada de algún libro o película de ciencia ficción, pero da miedo. Al mismo tiempo escuchamos la palabra decoro, y en boca de quienes la esgrimen no sabes si se refiere a las formas o si lo hace a su acepción de dignidad; bueno, sí lo sabes, a vivir con dignidad no se estaban refiriendo en el Congreso cuando se utilizó.
El ruido del debate sobre los chistes, la libertad de expresión y el yihadismo tal vez me confunden y me pregunto ¿quién es el que denuncia a Casandra o a Strawberry? ¿quién es el ofendido o la ofendida? Tal vez el exceso de información me lleve a eso, a perderme algo. Puedo entender el juicio que un periodista tiene en una sala provincial y no en la Audiencia Nacional, por haber vertido acusaciones sobre la obtención de dinero de Venezuela por parte de un político. Si se considera que hay fabricación de pruebas conchabado con alguien de la policía y que todo ello redunda en un ataque contra la honorabilidad de la persona, entiendo la denuncia, pero ¿quién se ha sentido molesto con estas personas y denuncia por enaltecimiento del terrorismo? Incluso parece que está claro en el caso en el que una mujer se siente ofendida por un cartel de las fiestas de carnaval en el que aparece el Papa con una copa de vino, perfecto.
Lo cierto es que no me quiero imaginar un cuerpo de policía rebuscando entre twits o leyendo letras de canciones para elevar estas denuncias. Suena ridículo y si así ocurriera ellos mismos deberían negarse diciendo que eso no ayuda a combatir el terrorismo, cuestión que seguro sí quieren hacer. Aunque sé que ocurre, sigo sin poder imaginarme a la Audiencia Nacional o el Supremo juzgando estos casos, suena a chiste, eso sí que suena a chiste.
No se trata de decoro, ni buen gusto, no es un debate sobre los límites del humor o la libertad de expresión, se trata de mecanismos de control social para que determinadas personas que piensan contrario a la corriente en el poder tengan miedo y éste se extienda. Porque parece que les pasa sólo a unas personas y no a otras, a un tipo de planteamientos y no a otros o tal vez sea de nuevo mi imaginación.
El colmo de la majadería parece estar en que para decir esto, primero se debe mencionar que no se está de acuerdo con el fondo y las formas de esos twits, como pidiendo permiso y perdón aunque quien habla no fuera su autor, y añadir que son un error, incluso insultar al autor o autora, levemente. Y luego, acto seguido, entrar en el debate pero obviando que el fondo no es otro que la pretensión de control de la opinión de unos que no de otros o como mucho -casi condescendientemente- decir que la libertad de opinión es también para esta gente. Lo peor de ese fondo es quizás la escusa, no otra que el terrorismo y la defensa de las víctimas. Este es el fin de la discusión, mejor no añadir nada, no se puede argumentar, te la juegas. Y eso que víctimas somos casi todos y todas.