Me pregunto si la información sobre un asesinato machista es y debe ser igual que cuando se producen otro tipo de sucesos. Una costumbre compartida, por ejemplo, es la del uso del presunto para referirse a las personas detenidas. En ambas noticias la estructura principal es parecida, normalmente narran lo acontecido, indagan en los antecedentes si los hay y cierran, algo muy básico, aparentemente carente de relevancia e ideología, solo información. Ya es algo propio de los asesinatos machistas recurrir al recuento de víctimas y facilitar el teléfono de atención a la violencia de género.
Esta pregunta me la hago porque resulta incómodo pensar que a determinado público un asesinato machista remueve entre poco y nada. Quizás sea una sensación equivocada y lo que ocurra es que, como ante otros grandes horrores que escuchas a diario, pongan una capa de distancia para no afectarse demasiado en su cotidianidad. Otra posibilidad es que la discusión pública sobre lo que las derechas llaman ideología de género envuelva la sensibilidad. Ello favorecería que esa parte de población tienda a restar importancia e incluso dudar de la información, más si es como la de otros sucesos, quedando así al nivel de -digamos- un atraco. Como se propone desde cierta izquierda, al final los asesinatos machistas son la consecuencia más grave de una corriente general que es el machismo y, por lo que sea, la derecha no lo ve. Si la sociedad está cambiando y es cada vez menos machista -aunque quede mucho por hacer, se suele añadir- y aunque no sea fruto de los esfuerzos de la derecha, el aumento de asesinatos machistas no se puede deber al machismo, deberían disminuir -argumentan-.
Si se quiere analizar los procesos comunicativos una posibilidad es empezar por considerar los dos extremos, el emisor de información, el medio de comunicación, sus formas, contexto y demás, y el receptor de la misma, digamos el espectador, con su ideología y mecanismos mentales, también su contexto. Lo que ocurre es que podemos caer en una especie de paradoja. Normalmente aceptamos que los primeros tienen una influencia capital en los segundos. Asumimos también que los medios tienen una sensibilidad sobre todo lo relacionado con la igualdad de género y por ello, entre otras cosas, informan de cada caso de asesinato machista. Resulta así raro -si es que existe- esa parte de la ciudadanía escasamente removida. Uno esperaría que un suceso que se repite tanto provocara una mayor sensación de alarma y al menos esas 50 veces al año el espectador y la espectadora se fueran a pensar en los motivos de fondo y las posibles formas de abordarlos. No sé cuántas son las ocasiones que se habla sobre atracos en un mismo periodo comparado, quizás me equivoque y sean más, pero no lo creo, porque si así fuera existiría esa alarma social, una corriente solicitando mayores penas y más policía (que es como se suele pensar se resuelven todos los problemas), y la inseguridad ciudadana ocuparía los primeros puestos de las preocupaciones del CIS. No olvidemos tampoco que no solo se informa sobre los asesinatos machistas, también sobre diversas situaciones de violencia de género por lo que el tema, si no a diario, está presente casi a diario.
Tenemos algunas posibilidades para explicarnos este desfase entre tiempo y número de informaciones, y sensibilidad hacia las mismas. Una sociedad construida sobre los cimientos del machismo no puede pensar fuera de los límites que el mismo impone con tanta facilidad. Los medios, por tanto, aunque quieran no pueden informar desde fuera de ese marco y si quisieran, el espectador reinterpretaría la información partiendo del mismo. Eso explicaría que una única opinión en el sentido negacionista, un simple señalamiento a la ideología de género tuviera mucha más fuerza que todo el torrente de evidencia diaria. Podemos añadir, y esa era mi intención inicial, que la forma y el formato de presentar esa información como si de otro suceso se tratara, algo que le ocurre a alguien lejos y que no es parte de un problema social, tampoco ayudan a confrontar el pensamiento mayoritario.
Tenemos, no obstante, evidencia contrastada de que las sociedades cambian, hacia qué lugar lo hagan ya es otra cuestión. Es decir, es posible ser optimistas, mantener la esperanza de que, con el tiempo, se irán produciendo nuevos cursos, a quien le valga de consuelo. No en vano el movimiento feminista, amplio y diverso también en posiciones y estrategias, es, quizás, de los pocos no violentos que lleva tanto tiempo obteniendo resultados sobre las conciencias. Lo que no debería hacernos dudar de la potencia de atracción de los bucles como el del machismo. Su inercia tiende a incorporar cualquier ligera corriente a su sentido de rotación tendiendo a aumentar, si bien que momentáneamente, con la misma, su fuerza global. No pasa en dos ocasiones exactamente por el mismo punto anterior aunque mantiene el sentido. A veces, cuanta más resistencia se ponga con mayor virulencia retoma su camino. Es como cuando estamos intentando tapar una vía de agua, si no lo logramos, al reventar, nos pone perdidos con su renovado brío, como enfadada porque hubiéramos intentado contenerla, queriendo demostrar su poderío. Puede ser que algo parecido le pasó a nuestro último ministerio de igualdad que simbólicamente quedó retratado en las palabras del presidente del gobierno, el de ese ministerio también, cuando sacó a colación a sus amigos de entre 40 y 50 años que percibían los cambios como demasiado bruscos e indicando que se sentían atacados. Es posible que la parte con inercia de la sociedad nunca esté lo suficientemente agradecida a la ministra, Irene Montero, como cabeza visible del tapón, seguramente la odien personalmente, algo a lo que pudiéndote acostumbrar nunca es agradable. El bucle machista tiene ahora, tras ella, algo más de fuerza, pero puede que la cañería por la que trascurre también nuevas grietas que se irán previsiblemente convirtiendo en agujeros. Al final, cabe esperar que la tubería completa tenga que ser sustituida desde el lugar del que parte. La presión en la dirección contraria que se ejerció, es la misma que sigue ahora desgastando el viejo tubo, utilizando su misma fuerza.
Y todo este rollo, gilipolleces mías y errores garrafales sobre las dinámicas sociales ¿para qué? Pretendía exponer por qué las noticias sobre los asesinatos machistas creo que no cumplen bien la función de promover un cambio social dado que se enfocan como si de otro tipo de sucesos se tratara, algo quizás trivial e irrelevante pero que me obsesionaba y me atrapa cada vez que escucho una. Veo en la pantalla 15 páginas ya escritas hacia abajo. Empecé en este rinconcito, frente a la ventana por la que, en cuanto veo clarear salgo a realizar labores de siembra, cuidado de plantas y acondicionamiento de un jardín los fines de semana. Lo hice cuando no era necesaria la calefacción y ahora lo es además la chimenea si consigo reavivarla con los rescoldos que quedan de la noche. Cuesta mucho ordenar las ideas sobre el machismo, sabes que te estás equivocando y pretendes no hacerlo tanto, irremediablemente estás dentro de su marco histórico. Querría en cambio, como quizás le pase a cualquier persona en la soledad de las 5 de la mañana, ver con claridad y llegar a algo útil, cosa que no es probable. Recuerdo, deseoso de que salga el sol y me olvide de esas fútiles obsesiones, el primer día que salí al trozo de tierra. La hierva te llegaba por la cintura y me quité una garrapata cuando me preparaba para la más que necesaria ducha tras los primeros trabajos. Ahora recogemos ya algunas verduras. Todo el terreno tiene agua, ha costado muchos metros de tubos de distintos tamaños, llaves de paso y tres inundaciones, porque la fontanería también se puede aprender por las malas. Otro día lo seguiré intentando.