Pero oye

En unos meses hemos pasado de una onda preocupación por el racismo en el fútbol, a una iniciativa ciudadana para una nueva regularización aceptada por casi todos los partidos en el Congreso, a un acuerdo en la UE para el endurecimiento de la entrada a personas migrantes, a una utilización de la inmigración en los últimos días de la campaña electoral catalana por parte del PP – según nos dicen- para rascarle algunos votos a la más extrema derecha.

El futbol difícilmente se puede considerar un espacio transformador de nuestras sociedades, está en el centro de las mismas y por ello se nutre del racismo, el machismo y el nacionalismo, y, por supuesto, de fondo -o en primer lugar- todo va de la pasta, mucha pasta. Tampoco podemos olvidarlos de la corrupción o la violencia que lo acompañan. No es una crítica, es una descripción del mundo que vivimos, el cual se representa bastante bien en el deporte de reyes. Por ello es importante cuando ese mundillo se preocupa por el machismo o el racismo. Es verdad que lo hace en sus aspectos más básicos, más obvios y visibles, no entra en cuestiones estructurales, está -simplemente- feo, que se insulte a un mucho más millonario que la mayoría por el color de la piel o que tu jefe te bese en los morros si le da la gana. Pero es importante.

Más importante aun es la iniciativa ciudadana que lleva a que los partidos -en este caso políticos- acepten hablar sobre una regularización. Lo es porque pone de manifiesto que los mismos no lo tienen en su propio orden de prioridades, siendo necesario que lo sugiera un nutrido grupo de personas normales y corrientes, votantes con sus vidas y ocupaciones propias, pero sensibles a las dificultades estructurales que otras almas como las suyas padecen a diario injustamente por el racismo de estado y sus letras de poder sobre un papel o pdf.

Pero entonces llega la más cruda realidad, la UE acuerda que lo importante es condenar a más personas a morir intentando cruzar unas líneas imaginarias porque no cabemos todos y todas, y, por lo tanto, los insensibles que quieren entrar pueden ser tratados como el enemigo, porque parece que desean la destrucción de la única y verdadera civilización que es la nuestra. Además -no podía faltar- el PP no puede permanecer callado y las elecciones catalanas son un buen momento, como cualquier otro, para denigrar a las personas migrantes si creen que puede quitar algún voto a su más extrema mano derecha. Es luego muy difícil no pensar que nacionalismo y el racismo van juntos, sea aquel catalanista, españolista o europeísta.

Después de las elecciones, primero de las catalanas y luego las europeas, vendrán los cantos a la reflexión por el auge de punta a punta de la extrema derecha. Ésta, como el racismo, el nacionalismo y el machismo tienen la capacidad de destruir el sistema como ahora lo conocemos. Pero oye…