Fui a recoger material diabético. Les cuento cómo funciona en mi Comunidad o al menos en mi centro de salud. Dos son las cosas que te entregan allí: las tiras reactivas que metes en el aparato para saber tu nivel de azúcar en sangre y, las agujas que se utilizan, por un lado, para obtener la gota de sangre que se analiza y, por otro, las que van a los bolígrafos que llevan la insulina. La insulina y otras cuestiones ya vas a una farmacia con tu tarjeta sanitaria.
Total, en mi centro de salud tienen unos horarios fijos en los que ir, lunes y martes de 17:00 a 19:00 y miércoles y jueves de 11:00 a 13:00. Los viernes no. Son horarios perfectos para la persona que trabaja, sobre todo si lo hace lejos y de mañana y tarde. Bueno, pues me despisté y personé una tarde a las 18:55 con la lengua fuera, pero ese día había tocado de mañana. Para mi fortuna allí había dos señoras que me dijeron que me había equivocado. Sin problema, comencé mi retirada intentando encontrar el cartel con los horarios como si de esa baza me fuera a quedar con ellos y no olvidarme nunca más. Desde dentro salió entonces una voz ya regañosa que me dijo que pasara, pero que no podía ser, que todos los días estaban igual.
Como aquel que tiene el rastrero interés de conseguir lo que había ido a buscar y no volver otro día escaqueándose del curro, pidiendo permiso, asuntos propios o ir corriendo por el metro para llegar dentro de la hora (con el riesgo que es fiarse del metro o la Renfe para llegar a una hora), me dejé regañar callado, agachando la cabeza cuan animal que no quiere pelea y muestra su sumisión. Reconozco que me molesta que me regañen, de siempre, pero según me hago viejo más. Pero oye, en la vida también aprendes que cuando dependes de otras personalidades para tus objetivos y si encima llevan razón, tienes que pasar por debajo de la mesa.
Pues llegó el momento en el que me pide la tarjeta sanitaria. La mía es ilegible, está todo borrado, nombre, números y la banda magnética funciona a veces a veces no. ¿Para qué me la das? -me dice- en ya un tono colmado de ofensa -si no se ve nada- (sin tarjeta no te entregan material, eso reza un cartel en la puerta). Y me tragué otra peta porque claro, tienes que ir abajo en el horario que tengan y solicitar otra -esto no puede ser-. Sabiendo que en ambas y seguidas broncas tenía razón y cuál era mi objetivo final, volví a guardar silencio. Pero me reconozco pensando: mira, no me toques los huevos, tenéis unas colas todos los días y a cualquier hora que lo flipas, el teléfono lo cogéis después de tenerlo en altavoz varias horas rellamando, ponéis un horario de recogida de material imposible, al menos para mí que tengo la desgracia de ser un esclavo que trabaja presencial de mañana y tarde y con hora y media de ida y vuelta, no siempre estáis en el horario que imponéis, os vais antes o a tomar un café cerrando el despacho… que soy diabético desde hace ya un tiempo y llevo padeciendo esta situación desde que debuté. Cada vez que vengo, y en la mitad de las ocasiones, me he llevado una peta por algo, no me toques los ovarios.
Me estrené en broncas, lo recordaré siempre, el segundo día que fui a recoger material. Estaba todavía intentando aprender sobre mi enfermedad, me pinchaba tres veces al día insulina, tenía sobre todo bajadas de azúcar que no alcanzaba a entender (con el riesgo que supone y el susto que le das a quien esté contigo si pierdes la consciencia) y me enfiló porque estaba usando demasiadas tiras medidoras. Según aquella señora, que era otra distinta, no necesitaba medirme tanto “que las tiras son muy caras” (Y lo son, un euro cada una. Varias veces me ha tocado comprarlas en la farmacia. Por ejemplo, si estás en otra Comunidad que no las reparte en centro de salud y te quedas sin ellas, no te queda otro remedio que pagar su precio completo). Yo contesté que hacía lo que mi enfermera del hospital me decía, llevaba un control en una libretita de cada medición (al levantarme, 2 horas después del desayuno, antes de la comida, 2 horas después, antes de la cena y 2 horas después) que luego ella revisaba conmigo. Cada 15 días nos veíamos por entonces la enfermera y yo. La siguiente vez que quedé con ella después de aquel momento le expliqué la situación y me tuvo que hacer una carta para que llevara a la persona del centro de salud explicando que, en ese momento de mi enfermedad, tenía que usar tantas tiras al día y punto. Es verdad que aquel segundo día ante la persona con la llave y el poder de la entrega no me callé, y pregunté -también con tonito- qué pensaba que hacía yo con las tiras: revenderlas, fumármelas o… Por supuesto que me las dieron, saben que no pueden no hacerlo o ya corren el riesgo de pasar a palabras mayores y verse denunciadas o que se llame a la dirección, por ejemplo. El día que mi enfermera del hospital me dijo que ya debía pasar a control y seguimiento en mi centro de salud quise llorar. Lloré, me hice el enfermo, supliqué que no me dejara en manos de aquella gente, que podíamos llegar a un acuerdo ¿qué te gusta, el vino, los bombones, algo saludable puede ser, jamón…?
Con respecto a lo de renovar la tarjeta sanitaria tengo algo que añadir. Tú vas, esperas la cola si la hubiera, la persona comprueba que realmente tienes motivos para solicitar otra y, entonces, te dice que vayas a por la nueva como en dos semanas. No te la envían a casa pese a que comprueban tu dirección con el DNI, tampoco te avisan cuando ya está, todo digitalización se llama. De tal forma, si eres un desgraciado como es el caso que trabajas en jornada completa, partida y muy lejos, puedes arriesgarte a pasar por allí en ese tiempo o esperar mucho más, para evitar darte un paseo en balde. Que oye, que la salud es lo primero, sí, estamos de acuerdo, pero eso que no me lo digan a mí, que se lo cuenten al mundo laboral. Y es verdad que no pasa nada, es tu derecho decirle a tu jefe que mañana te vas antes para pedir la tarjeta sanitaria, en dos semana para recoger la tarjeta sanitaria, la tercera que es para recoger material… que no digo que no, que las cosas deberían ser así. Y estoy de acuerdo con cambiar determinadas concepciones del mundo laboral, allí estaré cuando se convoque una huelga, cualquier huelga, pero pretender que se transforme para adaptarse a mi centro de salud no parece estar dentro de lo posible. Pero ¿quién sabe?
De todas formas y a lo que iba, lo que no tiene sentido es la lógica de las regañinas, el contenido y el tono. Uno no está lo suficientemente agradecido de tener un sistema de sanidad pública, vaya eso por delante, y lo defenderé con mi voto, mis impuestos y con con cada gesto que pueda hacer frente a los que buscan reducirlo o eliminarlo, ya lo hacía antes de ser diabético. Pero como son varias las personas que me he encontrado con ese estilo enfadado, con tendencia a la bronca, entiendo que es cultural, nada personal, su trabajo lleva eso implícito. A lo mejor se lo enseñan en algún curso de formación, a lo mejor es que están cansadas de atender tantos pacientes cada cual con su movida, puede que seamos malos ciudadanos, tal vez son poco personal, mal pagado o mal tratado a su vez. No lo sé, pero estoy dispuesto a lo que sea.
El caso es que creo que las cosas se pueden hacer mejor. Lo de los horarios de atención por descontado, incluso lo del reparto por medio de las farmacias como hacen en otras Comunidades, ni mencionar lo de gestionar la tarjeta sanitaria de forma diferente. Pero me refiero sobre todo al trato. No quiero decir que no se digan las cosas, pero quizás, incluso desde la posición de superioridad en ese momento frente al paciente que necesita algo, se pueden decir de otra forma, y hasta no cuestionar las decisiones de otros profesionales de la salud, porque favorece la confusión. No tiene excesivo sentido que alguien vaya a su centro de salud pensando en todas las posibilidades por las que le pueden regañar, con cierto miedo, pocas ganas, y preparándose para hacer frente con los mismos malos modos o callarse según se de la situación. Es de sentido común, tú te sientas allí a la espera de turno y ves a la gente tensa, seguramente haciendo el mismo ejercicio de preparación y claro, el volumen de tiranteces es alto, no puede ser de otra forma. Generalmente si te hablan mal contestas mal y entras en una espiral innecesaria. Y luego resulta que no le gusta a nadie, ni al personal ni a los pacientes. Pues eso.