Así fue

Lo ocurrido en Ceuta tras Marruecos facilitar una entrada descontrolada de personas, muchas menores de edad, ha dejado tantas expresiones de racismo que resulta complicado atenderlas. No obstante, la mayor parte de análisis en los medios y desde la política se han centrado en la perspectiva de las relaciones entre dos estados, uno (varios, la UE) que paga por mantener a determinadas personas del otro lado, otro que juega a dejar de hacerlo cuando quiere presionar por algún motivo. Si no cabe restarle importancia a este segundo, menos al primer tipo de análisis porque el racismo está descontrolado, sin freno, ya no se esconde siquiera adoptando formas de eso que se llama racismo sutil moderno; es cada vez más antiguo, basado en el color de la piel, la sexualidad, la patria imaginada…

Siendo esto así, cabe recurrir a cuestiones que se han estudiado científicamente como, por ejemplo, que existe una relación entre personas prejuiciosas y una inclinación hacia la derecha política o una forma autoritaria de entender el mundo. Algunos trabajos -también científicos- relacionan los prejuicios raciales, aquellos hacia las personas con discapacidad, el sexismo y las actitudes negativas con la homosexualidad entre sí; quiere ello decir que puntuando alto en uno tienes muchas más posibilidades de hacerlo en el resto, no va tanto por barrios como en un paquete. Claro que esta perspectiva, que tiene sus demostraciones empíricas pero no es del todo satisfactoria, se ha intentado superar pasando de explicar el prejuicio desde el individuo y su personalidad (autoritaria) a otra por la cual tiene un origen social, se crea en las interacciones grupales y por las mismas se mantiene y activa o no dependiendo de factores como el contexto en el que se percibe, sus estímulos y opciones en juego a la vez.

En principio, dos explicaciones teóricas alternativas no deberían hacerse posibles simultáneamente, si bien tampoco aquí pretendemos ser científicos. Ante unos mismos acontecimientos, un grupo de personas ha reaccionado de la peor forma racista mientras que otro, quizás mayor, permitiendo distinguir y anteponer reacciones humanas positivas ante el sufrimiento, a aquellas de menosprecio y odio sobre quien las padece. Cabría pensar que no todo está entonces perdido, pero, si dejamos aparcada la explicación por los rasgos de personalidad autoritaria, nos enfrentamos a que los prejuicios, siendo socialmente compartidos, pueden ser elegidos en otra situación por las mismas personas que ahora los aparcaron. Una característica de estos es que dan la falsa sensación de formar parte del pensamiento elaborado cuando en realidad son una respuesta automática no muy meditada. Una vez en circulación, los prejuicios pueden ser elegidos en cualquier momento para explicar otra situación sin que seamos plenamente conscientes. Son muy difíciles de eliminar, para algunos en realidad es imposible pues son parte necesaria de la naturaleza del pensamiento, y hasta ahora solo tenemos disponibles algunas propuestas, en su mayoría de laboratorio, para lograrlo.

En este punto se suele mencionar que existen también los prejuicios positivos que se estudian menos porque hacen menos daño, si bien, los mecanismos para su construcción son los mismos. Dejando esto de lado, uno de los motivos por el que un grupo crea y mantiene un prejuicio negativo es la dominación de otro grupo que, en última instancia, es dominación económica para beneficio y sostenimiento del propio. Se establecen conglomerados parciales de ideas, sesgados, irreales, sobre otros grupos, para poder justificar la desigualdad con respecto a los mismos y aprovecharlos después sin que ello suponga un consumo de energía mental muy alto. Y no todo en lo que se basan es necesariamente falso, cuestiones que no existen se mezclan con las que sí, creando algo diferente a sus partes, esencialmente mentira pero con algo cierto o verosímil que lo hace más complicado de combatir. Tomar consciencia de que es falso o contradictorio incluso con los propios valores aplicados a otras facetas de la vida es muy costoso y va en contra de la pereza propia del pensamiento humano que busca primero respuestas automáticas. La economía entendida como ahorro de energía mental se relaciona así con aquella pecuniaria, la que obtengo si mantengo la desigualdad.

Tal como se ha mencionado, lo mucho o lo poco que se sabe sobre el prejuicio indica que una forma lógica de abordarlo es en conjunto, como mecanismo que es para interpretar interesadamente el mundo, es decir, mediante un entrenamiento constante en disociación de categorías y estereotipos que en apariencia van juntos pero en realidad no. Podría ser así más rentable que hacerlo intentando desmontar por objetos prejuciados (inmigrantes, mujeres, homosexuales, personas discapacitadas, mayores…) que es lo que con más frecuencia se intenta. Lo que sabemos es que mientras se activen los prejuicios, la nueva información aportada suele ser interpretada en función de los mismos con escasas opciones de producir una disonancia mínima que permita abrir en el individuo vías alternativas de interpretación. Aportando información veraz existen posibilidades, cierto, si bien también es frecuente un rebote en el sentido contrario, como de alguna forma estamos viendo en el caso del machismo en nuestra sociedad.

No obstante lo anterior se puede afirmar, además, que en materia de prejuicios por motivo de procedencia, religión, etnia, se ha trabajado menos colectivamente que sobre otros temas. Las mismas lógicas dominan desde hace muchas décadas. En lo que se refiere, por ejemplo, a la inmigración (pero no cabe olvidarse del racismo histórico frente a la personas gitanas), no se han aportado rozamientos novedosos, menos planteamientos políticos. El racismo se menciona de vez en cuando, se utiliza y no se va al fondo de lo que lo sostiene, se quita peso al mismo negando su existencia de forma generalizada en nuestra sociedad. Como en el caso del fascismo, no pocos individuos están llegando a darle la vuelta a los conceptos y entiende ya que si son tildados de racistas es que están en el lado correcto de las ideas. Mientras los estados sigan apoyando las lógicas de rechazo a la inmigración sin alternativa para su llegada y acogida, mientras sigan pagando a otros para que mantengan a las personas fuera, resultará muy complicado luchar contra este tipo de racismo. Parece de sentido común aunque luego nos llevemos las manos a la cabeza. Una cuestión que sorprende es el tema del voto, esa herramienta sagrada de nuestro sistema que es negado a millones (no es una exageración) de personas que viven con el resto pero sin ese derecho ¿por qué lo permitimos y no es objeto de debate en profundidad en una democracia plena?

No he podido resistir recoger la noticia en la que la Reina Isabel II, en su primer discurso “desde el fallecimiento de su marido” menciona necesario “disuadir” a los solicitantes de asilo de cruzar el Canal de la Mancha, por tomar algún ejemplo de otro lugar.

https://www.larazon.es/internacional/20210511/sriux2hdk5gqldmfyofkxae7dq.html

Bajo un paraguas así, con estas premisas desde las élites dominantes, no cabe luego esperar unos niveles de prejuicio o racismo bajos en el resto de la sociedad, si bien es posible. Y lo es porque los cambios sociales suelen, normalmente, venir precedidos de aquellos en los sistemas de valores. Es decir, una parte de la sociedad comienza por pensar y sentir ciertas cuestiones de otra forma y ello acaba en modificaciones estructurales (a veces tras mucho tiempo). No cabe, no obstante, esperar que casi nada que no sea mantener las relaciones privilegiadas provenga de quienes tienen el poder de dominarlas, también parece de sentido común. Y ello en parte explica los motivos por los que los racistas vienen emprendiéndola contra organizaciones civiles que permiten mantener una mínima esperanza en que se puede sostener una alternativa colectiva. Ven en estas una amenaza simbólica. Están por tanto señalando una dirección de la resistencia, lo que plantea a dichas organizaciones una pregunta dura sobre si asumen el desafío y cómo reaccionan -si deciden hacerlo- porque no parece que ellos y ellas desistan ahora, tras varios años ya en tales posturas de desprestigio. De este último episodio que comentamos, resulta sorprendente que una buena parte de las derechas se posicione benévolamente en su análisis sobre las relaciones internacionales con Marruecos, claramente en contra del “buenismo” de las ONG y abiertamente con posturas racistas sobre las personas migrantes. Pero así fue.